jueves, 30 de octubre de 2008

SUCEDIÓ EN UNA "REGIÓN CARBONÍFERA" DEL PAÍS...

Cualquier semejanza de este relato con acontecimientos pasados, presentes o futuros es mala intención del autor.
Por Jesús Pérez Uruñuela

ERA DE MAÑANA y el tiempo transcurría con la misma parsimonia y amodorramiento con que los habitantes de aquel pueblo minero permanecían en sus casas. Sin embargo, estaba por suceder lo que alteraría la relajante vida pueblerina.
Un sacudimiento de tierra seguido de un ruido sordo, hizo tintinear la vajilla de cristal del mueble vitrina del comedor, e influyó en que la señora Mary derramara el café sobre la mesa, cuando lo servía en una taza.
-¡Jesús, qué fue eso. . .! -Dijo asombrada.
En ese momento, se escuchó el repetitivo y lejano ulular de las sirenas y el agudo silbato de la empresa minera.
-¡Dios mío…! -Volvió a mencionar, la señora; pero en esa ocasión, se levantó de la mesa y salió al porche, desde donde vio un inacostumbrado movimiento de personas que presurosas se dirigían hacia el centro del pueblo.
Tuvo el presentimiento de saber qué acontecía; no obstante, con temblorosa voz preguntó al vecino que estaba en el patio de la casa adjunta y que también miraba la calle:
-¿Qué sucede Miguel . .? ¿Por qué tanto bullicio. . .?
-No lo sé Doña María, pero se escuchó un gran ruido, como una explosión. . . tal vez “algo pasó allá”. . . en la “compañía minera”. . . -Contestó con ambigüedad.
Ambos conocían el origen de lo escuchado y del temblor que sintieron: era una explosión en las minas de carbón, provocada por una chispa en donde se acumuló el gas grisú. También tenían conocimiento que en los túneles se laboraba en inadecuadas condiciones de seguridad y salubridad: insuficientes ventiladores y obstruidos pozos de ventilación hacia los túneles, lo cual significaba escaso aire y lenta circulación del mismo. Miguel, durante muchos años trabajó en la extracción de la hulla con el pico, y sufrió hacerlo en tan deplorables y peligrosas condiciones: adquirió una afectación respiratoria, debido a la acumulación de polvo en el pulmón; por eso, un año antes fue cambiado a los almacenes, en donde tuvo un trabajo más descansado, aunque sus ingresos se redujeron notablemente, pero continuaba con las prestaciones que otorgaba la empresa a sus trabajadores: casa, servicio médico y hospitalización.
El esposo de la señora Mary, murió en un derrumbe bajo tierra. En vida, tuvo el puesto de Mayordomo, nombramiento que se les daba a los jefes de determinado nivel medio. De él dependían las cuadrillas de “carboneros”, encargados de “tumbar” el carbón de hulla y “palearlo” a los vagones. Ese tipo de mineros trabajaban a destajo: según producían, así se les pagaba. Eran los que más ganaban, pero también los que más exponían la salud y la integridad física. Miguel fue uno de ellos.
En ese momento, una mujer acompañada de dos niñas, abrió la puerta del barandal de la casa de Mary y se introdujo, al tiempo que decía con angustiada voz:
-¡Mamá, hubo una fuerte explosión en la mina. . .! ¡Reportan muchos muertos. . .!
Subió al porche y se abrazó de su madre. Ahogada por el llanto murmuró:
-¡Mamacita, mamacita, Luis estaba adentro de la mina cuando sucedió la explosión. . .!
-¡Ay hija mía, confiemos que Dios proteja a Luisito. . .!
-¡Oye mamá. . .! - interrumpió la recién llegada- ¿Y Pepe, mi hermanito. . .
-¿Qué hay con mi chico. . .? - preguntó doña Mary. Luego, dirigiéndose a Miguel su vecino comentó y preguntó: -“Él sólo trabaja en las oficinas, no adentro de la mina. . .? ¿Verdad. . .?
Miguel se aproximó a la cerca de madera que separaba las dos casas. Mientras se rascaba nerviosamente la nuca, con atropellos trataba de dar una respuesta que no inquietase más de lo que estaba a la preocupada mujer. Trató de explicar con tacto:
- El joven Pepe colabora con el Ingeniero Intendente de Minas. . . aunque no debe estar permanentemente en los túneles, a veces baja con él a. . .
De repente propuso: -“Mejor. . . ¿por qué no vamos allá. . .?
Miguel, la madre, hija y dos nietas, caminaron rumbo a la empresa minera, no lejos de ahí. Al pasar por la plaza municipal, cruzaron el jardín, en cuyo centro -junto al kiosko- estaba “La estatua al minero”: una escultura en bronce, en la cual un “carbonero” de rostro inexpresivo, vestido con pantalón corto y equipado con casco de seguridad y lámpara de batería, portaba un pico a punto de impactarlo sobre el imaginario muro de carbón hulla. En la base que descansaba la escultura, había una placa con la leyenda: “Al minero, que desde las entrañas de la tierra forja el futuro de México”. Luego, cruzaron la vía de ferrocarril y se detuvieron en donde un enorme letrero decía: American Smelting and Refining Company (ASARCO).
Un numeroso grupo de personas (mujeres en su mayoría) se amontonaban frente a la gran reja de la entrada, la que permanecía cerrada. Desde adentro, un vigilante les comunicaba:
-¡No pueden pasar. . . por favor, esperen un momento para que les podamos dar un informe exacto de la situación. . .!
Miguel dijo a las mujeres que lo acompañaban:
- Aguarden aquí, entraré “a ver” qué puedo averiguar. . .
Después de hablar con el vigilante, pasó la puerta, y se dirigió directamente a donde estaba el ascensor de jaulas de la mina. Le fue imposible llegar a él, pues el área de maniobras permanecía cercada y “prohibido el paso”. Pero pudo escuchar de un ex compañero minero el relato de lo acaecido:
-Habíamos “tumbado” el carbón –decía el minero- y llenado los vagones y así dejamos todo listo para que los muleros enganchasen las bestias. Con tranquilidad nos dirigíamos a tomar el ascensor de jaulas, cuando oímos tras nosotros el escandaloso ruido de las pisadas y rebuznos de las mulas que venían en dirección nuestra. . . En ese instante supimos de qué se trataba, por lo que corrimos en la búsqueda de un lugar donde refugiarnos. Otros “compitas” y yo, nos metimos en la boca de un túnel ciego en donde -por cierto- su entrada casi la tapaban varios equipos de perforación y unas láminas de acero. Vimos pasar al desbocado atajo de mulas, y a cientos de ratas que hacían otro tanto. Algunos de esos asquerosos “animalejos”, se metieron a donde estábamos y se arrinconaron sin dejar de chillar. Una mula, se detuvo y con insistencia metía la cabeza por el espacio de entrada a nuestra cueva. El pobre animal, también quería acompañarnos. Resoplaba por sus ollares y no paraba de rebuznar, como diciéndonos: -“órale, no sean gachos, déjeme entrar. . .” Con asombro mirábamos su inútil esfuerzo, pues aunque le hubiésemos dado permiso, no hubiera podido introducirse, dado lo voluminoso de su vientre. Creo que pasaron diez segundos o quizá menos, pero para nosotros aquella espera se transformó en eterna. . . Sabíamos que en cualquier momento pasaría frente a nosotros lo que tanto nos aterrorizaba y que también provocó la estampida de los animales. . . De repente: ¡zumm. . .! ¡Aquello fue horrible. . .! Tú, Miguelito, bien sabes a qué me refiero. . .
El minero calló. Por su rostro totalmente cubierto de tizne, corrieron dos lágrimas que se escaparon de sus enrojecidos ojos. De inmediato se limpió las mejillas con un pedazo de estopa que traía en la bolsa de su pantalón recortado a media pierna, como el de “La estatua” del jardín municipal. Nuevamente recuperó la dureza de expresión y la frialdad de su mirada. Dio un profundo suspiro y continuó el relato:
-Una descomunal fuerza, arrolló y se llevó la mula que estaba frente a nosotros, con lo cual quedo libre el espacio de entrada a nuestro refugio. Horrorizados, vimos pasar zumbando con velocidad encabritada al gas grisú encendido. . . Era fuego de vivos amarillo, rojo y anaranjado; lumbre que sentimos nos achicharraría; era como un soplido del diablo, con el cual nos mostraba su enojo por invadir las entrañas de la tierra, que son sus dominios. . . o quizá eran las almas condenadas al fuego eterno en el infierno que huían en busca de una salida y al no encontrarla. . .¡Bumm. . .! estallaron con tanta intensidad que movieron hacia nosotros los pesados fierros, afortunadamente sin dañarnos, pero si dejándonos inconscientes.
-Durante no se cuánto tiempo permanecí desmayado por el ruido de la explosión, pero gracias a Dios, ahora sólo estoy un poco más “apendejado” que de costumbre. . . –Agregó, al tiempo que sonreía en forma nerviosa.
-¡Cuéntame. . .! ¿Quiénes iban contigo? –Interpeló Miguel.
-No los conoces porque son “cuates de la nueva camada”. . . Contestó el minero secamente mientras encendía un “delicado”
-¿Y qué “hais” con Luis “el perro” y el Ingeniero Intendente. . .? –Cuestionó Miguel para conocer noticias del yerno de Doña Mary e indirectamente de su hijo Pepe, quien siempre acompañaba al Ingeniero cuando bajaba a supervisar.
-El Ingeniero estuvo temprano con nosotros y luego se retiró, porque creo que se sentía mal - comentó el minero- y dejó a su ayudante para que atendiese otros trabajos.
-¿Te refieres a Pepe. . .?
-¡Claro, a quién más sino a Pepe “La Pulga”, que por cierto, lo vi correr “hecho a la mocha” junto con Luis “el Perro” antes de la explosión. Ya sabes que a donde va “el perro”, va “la pulga”
-¿Y qué pasó con ellos? Insistió Miguel.
-Ni idea tengo, yo me metí en el hoyo y dije “que Dios proteja a los que alcance el fogonazo hijo de la. . .” Perdóname que no te dé más información, pero no supe qué les pasó a los que quedaron atrás de mí. Te juro que sólo me di cuenta “qué chingaos pasaba”, hasta que me llevaban en las jaulas para arriba. . . y aquí estoy.
-
Luis, el yerno de la señora Mary, era jefe de una cuadrilla de “carboneros” Obviamente ganaba bien, pero por los riesgos de su trabajo, había prometido a su esposa, que a principios del siguiente año, solicitaría “la terminación”. Además, le comentó que había aceptado el ofrecimiento de su hermano de ir Estados Unidos a trabajar con él, en la empacadora en donde era capataz.
Luis, era conocido con el mote de “El Perro”, por lo exigente en el trabajo y por la agresiva forma de jugar al basket ball con el equipo del Sindicato de Mineros local, del cual era la estrella. Desde que murió su suegro (quien lo introdujo a la compañía minera y le enseñó todo lo relativo a la extracción del carbón) sintió la necesidad de apoyar a su pequeño cuñado Pepe. Así, fue para él un segundo padre. Cuando Pepe era niño e iba con Luis por la calle, aquel imitaba la forma de caminar de su cuñado-padre y juntaba su cuerpo al de él. Por eso, los mineros, bautizaron a Pepe como “La Pulga”: siempre pegada a “el Perro”.
Otra versión, explicaba que el apelativo de “Pulga”, se le adjudicó por lo pequeño de su cuerpo y delgada complexión física.
El fallecimiento del padre de niño Pepe, así como por la sobre protección de su madre, de su hermana y de su cuñado, le crearon un débil de carácter, lo cual era motivo para que sus compañeros de escuela se burlasen de él. Inclusive, las condiscípulas le negaban su compañía por esa misma razón. Al terminar Pepe la preparatoria, ya no quiso estudiar y pidió a Luis lo ayudase a entrar a la empresa. Mucho se insistió que continuara sus estudios, pero todo fue en vano. Por recomendación del Ingeniero Intendente de Minas (amigo del difunto esposo de doña Mary) fue contratado. Los familiares pensaron que el trabajo lo haría recapacitar, y que la convivencia con las rudas personas de la mina lo fortalecerían espiritualmente.
O O O
Miguel, antes de regresar a la puerta de entrada de la empresa, en donde cuatro ansiosas mujeres lo esperaban, interrogó a otros mineros, quienes coincidían en dar pocas posibilidades de vida a los que hubiesen sobrevivido a la explosión, porque –según ellos- los túneles quedaron totalmente bloqueados por rocas, por lo que morirían asfixiados en aquellos espacios tapiados, sin ventilación y con escaso aire viciado por el polvo y los gases. Además, el personal de rescate no podría hacerles llegar a tiempo el aire por medio de las compresoras o por los tanques de oxígeno para que resistieran en la espera de atención médica.
El apesadumbrado Miguel no sabía cómo llevar tan pesimistas y desalentadoras noticias, así que se ocupó en platicar con otros amigos de trabajo para hacer tiempo y pensar cómo exponer tal información recibida.
Mientras tanto abajo, muchos metros bajo tierra, ¿qué sucedía realmente?
Varias cuadrillas de rescate habían descendido hasta los túneles afectados por la explosión, pero tuvieron que detenerse, pues el paso estaba obstruido por inmensas rocas. También, se había intentado entrar por los pozos de ventilación, pero estos estaban tapados con piedras, yerbas y arbustos que habían crecido por la falta de mantenimiento. A sabiendas del prolongado tiempo que llevaría abrir un boquete para por él pasar y llevar oxígeno y ayuda médica, se iniciaron los trabajos de demolición y perforación.
O O O

Tras los muros de roca, en donde estaban los mineros aislados, la explosión había dejado una neblina de polvo y regados por todas partes restos humanos y tasajos de mulas, revueltos con una mezcla de lodo y sangre. Un olor azufroso y a podrido, así como la tos y los quejidos de los sobrevivientes, complementaban el dantesco espectáculo.
Adentro de una gruta, que antaño fue parte de un túnel de ventilación, entonces obstruida por el derrumbe de rocas y gruesos maderos que apuntalaron las galeras, estaban con vida dos trabajadores. ¡Eran Luis “El Perro” y Pepe “La Pulga”. El primero, tenía presionadas las piernas por una pesada viga. El otro, se veía –salvo pequeñas contusiones y heridas- en perfecto estado de salud; pero eso si, notoriamente asustado, con los ojos desorbitados fijos en su cuñado que lo llamaba:
-¡Pepe, Pepe. . .! ¡Pepe, Pepe. . .! ¡Por qué no contestas? -preguntó con enojo el cuñado mayor.
Pepe permanecía en silencio con el rostro desencajado. Luis se percató del estado de schok en que estaba y trató de calmarlo.
-¡Pepe, escúchame. . .! - le dijo. Estoy atrapado por este pinche madero. . . Es muy probable que tenga las piernas fracturadas. . . Si tú sigues así como estás, a los dos, nos va a llevar la que tú ya sabes. . . De ti dependen nuestras vidas. ¿Me has escuchado? ¿Entiendes lo que te digo: Tienes que ayudarnos a salir. . .
-¿Cómo quieres que te ayude. . .? –Replicó Pepe con llorosa voz.- Cuando estabas desmayado traté de levantar la viga y no pude siquiera moverla un poco. Bien sabes que no tengo fuerza para eso.
-¡Cálmate, cálmate. . .! –Sugirió Luis. Lo primero que harás es salir al túnel a pedir ayuda a quienes puedan dárnosla. . .
-¿Y cómo quieres que salga si tenemos enfrente un montón de piedras. . .?
-Mira, fíjate bien: debajo de ese tronco, hay una hendidura por la cual sale el polvo que flota en el aire. Eso quiere decir que ahí están flojas las piedras. Si las mueves, podrás hacer un hoyo para pasar al otro lado. .
-¡No voy a poder, no voy a poder. . .!
-¡Con una “chingada”, claro que vas a poder. . .! ¡Párate y empieza a mover las piedras!
Pepe se levantó y empezó a jalar una piedra, la cual permaneció inmóvil ante sus esfuerzos.
-¡Te lo dije: no puedo, no puedo! –repetía.
-¡Hazlo de nuevo! -Insistió una vez más Luis.
Pepe volvió a tirar de la piedra.
-¡Jala con fuerza. . .! ¡Así, así. . .! ¡Ves, empieza a aflojarse! Muy bien, descasa un poco. . . Ahora, de nuevo ¡jala con más fuerza. . .! ¡Bien, bien, dale un poco más. . .! ¡Ya casi la sacas. . .! ¡Eso es, eso es! ¡Muy bien, lo lograste! ¡Cuidado, retrocede que pueden caerte encima esas otras piedras!
-El agujero es muy pequeño, por él no podré sacarte -dijo Pepe.
-Es muy pequeño para mí, pero tú si pasas por él. Anda métete y ve a buscar ayuda. . .
-¿Y si se derrumban las piedras cuando esté a mitad de cruzarlo.
-Si se derrumban, te mueres y quedarás enterrado, no te preocupes. . . Ándale pásalo y ya no pienses en “pendejadas”.
Por fin Pepe salió al túnel. Luis, adentro de la caverna, veía las ratas salir por el nuevo hoyo y recapacitaba sobre la actitud de su joven cuñado:
-Con tanta protección -se decia- le hemos formado un carácter de “pulga”. Hace rato, cuando zarandeaba las piedras, pese a su flacura, demostró tener fuerza y coraje, aún cuando no se percató de ello. Ojalá y no se desplome al ver el espantoso espectáculo de muerte del túnel y haya entendido que la responsabilidad de que salgamos con vida, está en sus manos.
Luis recordaba las veces que tuvo que ir a la escuela primaria de “Pepito” a defenderlo de los compañeros que lo asediaban y molestaban. También vino a su memoria las veces que lloró los desprecios de “La presumida Lucy”, aquella jovencita de rubia cabellera, ojos claros y de una piel que rayaba en una blancura casi transparente, de quien decía estar enamorado.
-¡Diantre de muchacho este, lo quiero como al hijo hombre que no tengo!
-¿“Perro”, estás bien? –se escuchó del lado del túnel.
-¿Yo? ¿Cómo quieres que esté? ¡Igual o más “jodido” que antes! Y tu “Pulga” ¿Cómo ves la cosa? ¿Van a venir ayudarnos?
-Nadie puede venir a echarnos la mano - respondió Pepe- Los que están vivos, quedaron más fregados que tú. Además todo el cañón es un verdadero desmadre. Van dos veces que me vomito de ver tanta sangre, carne regada y porquería por todas partes. Pese a eso, pude hacer otro boquete para ir a ver a los del fondo del túnel, a quienes también aisló la explosión. Tosía y decía: Cuán difícil es respirar. Pienso que se nos acerca la hora. . .
-Nada de esos pensamientos, mi “querida pulguita”, Dios y tú nos sacarán de esta ratonera en la cual estamos atrapados.
-No te burles de mí, que yo soy el que más acabado estoy.
-¡No te me “achicopales”, échale más ganas al asunto!
- ¡Ya no puedo, ya no puedo. . .!
-Piensa en tu”guerita” que cada día está más guapa. . . ¿Sabes? me late que en el fondo no le eres indiferente, y que nada más espera que “te le avientes en serio” para darte el sí ¿Verdad que así es “Pulga”?.
-¡Pepe, Pepe, sigues ahí. . .!
-¡Pulga, pulga. . .!
Nada se escuchó del otro lado; no hubo respuesta. Luis desvalido por la falta de oxígeno y por la pérdida de sangre, intentaba no dejarse dominar por el sueño. Pensaba en su esposa y en sus dos hijas. Imploraba a la Virgen que sucediera un milagro que los salvara a todos.
O O O
Habían pasado varias horas desde que llegaron a la ASARCO y Miguel se decidió comunicar las tristes noticias a la madre de Pepe y a la esposa de Luis.
El Sol declinaba sobre la lejana serranía y la temperatura se hizo más agradable. En la entrada de la empresa, continuaban menos personas. Se habían retirado las que se enteraron que su familiar había sido rescatado vivo, muerto o herido. Quienes aún carecían de noticias, permanecían tras la puerta. Obviamente entre ese grupo estaban la señora Mary, su hija y nietas.
Cuando Miguel llegó frente a ellas, poco tuvo que exponer respecto a la situación de Pepe y de Luis, así como de las pocas posibilidades que se tenían de rescatarlos con vida. La expresión de su rostro y lo abotagado de sus ojos llenos de lágrimas, expusieron la dramático situación que era de esperarse.
Sin embargo, tenían que esperar, y así lo hicieron.
O O O
Los rescatadores continuaban con la perforación y demolición de la sólida roca que obstruía el paso al túnel de la explosión. El Ingeniero Intendente, estaba a cargo de tal misión y calculaba las posibilidades de éxito de tales trabajos.
-Pensar que pude estar adentro. . . –decía- Sólo Dios sabe por qué me salvé. . . ¿Cuántos sobrevivientes habrá? ¿Llegaremos a tiempo para sacarlos con vida. . .?
El repetitivo ruido de los taladros, el golpeteo de los picos y las desordenadas voces de los trabajadores, llenaban el cerrado espacio de aquella mina. De repente, el Ingeniero gritó con fuerza:
-¡Paren las compresoras y taladros. . .! ¡Guarden silencio. . .!
Uno de los ayudantes se acercó y preguntó sorprendido: -¿Qué sucede? - en tanto el resto de los trabajadores murmuraban entre ellos.
El ingeniero insistió, con mayor energía:
-¡He dicho que se callen! ¡Escuchen…!
Hubo un silencio sepulcral; se miraban unos a otros sorprendidos, pues nada se oía. O más bien nada escuchaban porque los sentidos auditivos estaban atrofiados por el intenso y constante resonar de los equipos de excavación que llevaban en la operación de rescate.
Un rato después, se oyó el continuo goteo de agua del techo del túnel y hasta captaron las pisadas de una rata que corrió.
El ingeniero dijo con voz suave:
-Vengan, presten atención aquí. . . en esta área de rocas. . .
Los trabajadores se aproximaron. Acercaban sus cabezas a donde el ingeniero señalaba.
Un instante después, se percibió un lejano chocar de dos piedras. El ingeniero tomó un guijarro y golpeó la roca dos veces. El sonar del otro lado se suspendió. Después el ingeniero volvió a chocar contra el muro la piedra otras dos veces y en contestación, hubo dos golpes; siguieron tres y la misma respuesta fue inmediata. . .
La algarabía del grupo rescatador fue inmediata:
-¡Están vivos, están vivos! -Gritaron al unísono.
-¡Silencio!- -De- nuevo –alzó- la -voz el ingeniero y ordenó a un enfermero: -“Préstame tu estetoscopio”.
Colocó los auriculares en sus oídos y probó el aparato en varios lugares de la roca por donde suponía que procedía el golpeteo del otro lado.
-Aquí debemos perforar –Ordenó- No solamente nos están diciendo que están vivos; también indican el lugar en donde el muro de la roca es más estrecho. . . ¡Vamos, a darle con ganas!
En poco tiempo, se logró abrir el boquete; era pequeño, pero suficiente para oír con claridad del otro lado una débil voz que repetía: -“Ayúdenos, por favor. . .” Era Pepe “La Pulga”, quien se había introducido entre las piedras por el otro lado del muro en un intento de acortar la distancia de la excavación que realizaba la brigada de rescate. ¡Y lo logró!
Lo ayudaron a salir y al intentar subirlo al exterior, se negó abandonar a quienes aún seguían adentro en peligro de muerte y pidió le permitiesen regresar con la manguera del aire, porque consideraba que (por la estructura de su cuerpo) él era el único que podía desplazarse por aquel agujero. Y no estaba equivocado, porque pasó a través del muro varias veces con la manguera del aire, con medicinas y con agua, en tanto continuaban los taladros y compresoras en la demolición de la roca. Dos horas después, los socorristas y médicos atendían a los heridos, quienes poco a poco fueron llevados al exterior para de inmediato trasladarlos al hospital. El rescate de los fallecidos fue doloroso y tremendo, pero también se hizo.
Al anochecer, todo había concluido y nadie estaba a la entrada de la ASARCO.
Un mes después.
Para los habitantes de aquel pueblo que perdieron un familiar en la explosión del pasado verano, el luto aún continuaba. Sin embargo, para la empresa minera parecía que nada había sucedido. Y para quienes tuvieron sobrevivientes que fueron rescatados con bien, seguían con el amargo sabor de aquella pesadilla.
En días pasados, en el edificio del Sindicato Minero, en una ceremonia privada, a nombre de la “empresa”, el Delegado Sindical entregó a los deudos de los fallecidos una “simbólica gratificación” y asunto liquidado.
También, en esas mismas fechas, de La Secretaría del Trabajo, enviaron un grupo de técnicos especializados en seguridad industrial para que investigase a fondo el desastre que tantas vidas humanas costó. Después de estar recluidos (los técnicos) durante el día en el Foreing Club de la ASARCO, y pasar una noche en la zona roja, se regresaron y nada se supo del dictamen de los susodichos peritos. Tampoco al Sindicato le interesó averiguarlo.
Por su parte Luis, quien tenía enyesadas ambas piernas, esperaba que soldaran sus fracturas para tramitar su ida a Estados Unidos.
Pepe, tuvo cuatro semanas de licencia como reconocimiento a su intervención en el rescate. El domingo antes de reincorporarse al trabajo, en la tarde, estaba en el portal de su casa cuando vio llegar a Miguel el vecino en “sabroso estado de alegría”. Al ver a Pepe, se dirigió a él. Abrió la puerta del barandal y fue a saludarlo:
-“Buenas “héroe”, como la llevas?
-Hay nomás, tranquila -respondió. Vienes con “olor a caña húmeda” ¿Verdad?
-Vengo con eso y mucho más mi “querido Pepito”. ¿Qué cuentas de nuevo. . .?
-Que regreso a la escuela. . . No sé si me vaya a la capital. . .
-¡Vete al “DeFe” o a cualquier otro lugar, pero sal de este pinche pueblo! Yo a ti. . . te aprecio y te respeto porque vales mucho. . .¿Quieres que te diga un secreto. . .? Hoy en la mañana estuve con Luis tu cuñado. ¡Caray, cuánto te quiere “ese pelao” y también cuánto te admira! ¿Sabes lo que me dijo? Te lo voy a decir: -“Ese José vale diez veces lo que pesa” Te llamó José, no Pepe ni “La Pulga”. . . ¿Sabes por que te llamó José. . . ¡Porque te admira y también te respeta. . .¡ ¡Yo también te admiro y te respeto!
Miguel guardó silencio por un momento; se mecía asido al barandal del porche mientras Pepe lo observaba con seriedad.
-¡Perdóname José. . . Yo también te llamaré de ahora en adelante José. . . ¡Sí, perdóname; hablo mucho porque estoy con copas de más! ¡O quizá de menos. . . ¡Ja, ja. . .! - Rió estruendosamente.
Se acercó a Pepe y lo abrazó por los hombros. Con la vista clavada en sus ojos le dijo con voz queda; casi le murmuró:
- Tú, no eres Pulga. Aunque te lo digan, no hagas caso porque no es cierto. Tu nombre es José, ningún otro. Pero tienes que salir -repito- de este pueblo, porque a los que nos quedamos aquí, se nos suben varias pulgas a la espalda y no podemos quitárnoslas. La primera pulga, la más grandota, es la “empresa”, que nos explota y chupa la vida al hacernos trabajar en las peores condiciones, a cambio de un mísero sueldo y una tuberculosis como la mía. La segunda, no más pequeña que la anterior, es el Sindicato, guarida de pillos que nada hacen por nosotros. ¡Bola de vendidos al patrón! La tercera es. . .Te diré cuál es y estarás de acuerdo conmigo. . . La tercera pulga es la Cooperativa de Consumo. Igual que en las tiendas de raya del “porfiriato”, ahí también dan “atole con el dedo”, porque en el fondo no es más que otro botín para los líderes sindicales. La cuarta, es una “pulguita” que por ratos nos divierte y nos hace felices. Esa, se llama: “vicio y prostitución”. ¿Estás enterado que. . . Bueno, tu debes saberlo porque ya estás “grandecito”. . . que en este pueblo, por cada escuela que hay, existen diez o más cantinas y “casas con chicas malas”, que por cierto, algunas están “bien buenas”. Y volvió a reír. Luego con el dedo índice en los labios, en señal de silencio, murmuró al oído de Pepe:
-Debo hablar “quedito”, para que tu mamacita no escuche las groserías que digo. . .Pero esas pulgas y otras más, como los agiotistas y “los aboneros”, son las que nos chupan la vida y la sangre a los cerca de tres mil empleados de la compañía minera. . .
-Sinceramente te digo, mi respetable José. . . ¡Fíjate, nuevamente te llamé José, no Pepe . . . Me dará mucho gusto cuando Luis y tú se alejen de este pulguiento lugar y se lleven a Doña Mary. . . Ese día, los voy a extrañar “un chingo”. . .
-Nosotros también te echaremos de menos - respondió Pepe.
Sin decir adiós, Miguel se retiró silenciosamente; caminaba vacilante. Salió a la calle y al entrar al patio frontal de su casa, durante un instante permaneció parado de frente hacia Pepe, que le sonreía y con ternura lo veía.
Miguel valsaba y con frecuencia entrecerraba los ojos. Levantó la mano y la movió en señal de negación al tiempo que decía:
-¡Tu nombre no es Pulga, te llamas José, recuérdalo siempre! -sin decir más, se introdujo en su casa.
En ese instante, sonó el silbato de la Empresa: eran las seis de la tarde, lo cual significaba que en la mina nuevo personal cubría el tercer turno. Con seguridad, los elevadores suben mineros con el cuerpo cubierto de polvo negro; con rostros indiferentes, cansados, como la estatua del `parque municipal. También otro grupo de “carboneros” deben bajar a la mina, con los ojos iluminados por la esperanza.
José (Pepe), extasiado contemplaba la enorme chimenea de la empresa minera que sobresalía en el paisaje y que –inclemente- exhalaba el humo de los hornos de carbón cok, para formar una grisácea nube tóxica que amenazadora se expandía hacia el poblado ubicado en una amplia hondonada. Aquel enorme caserío estaba atravesado por sucios arroyos y por calles y callejones carentes de pavimento y (en grandes áreas) de los servicios de agua potable y drenaje, en donde compartían juegos y existencia niños y perros.
Sobre las colinas del área urbana, se asentaba la “colonia americana” exclusiva para el personal y familias de los altos ejecutivos norteamericanos de la ASARCO. Una cerca de alambre periférica, con estricta vigilancia en sus accesos, le daba “intimidad y protección”. Asimismo, la elevada ubicación de esa zona residencial, ofrecía un mejor clima en los veranos de 45º y 50º centígrados de temperatura; a la vez que ahí, los vientos preservaban contra la contaminación del polvo y gases emanados del procesamiento industrial del carbón y del Zinc.
Se iniciaba el atardecer. Un Sol de color rojo encendido caía para ocultarse tras la lejana serranía; mientras tanto, Pepe salía de su casa para encontrarse con la “guerita Lucy”, quien desde días antes había aceptado pasear por el parque e ir al cine con él, como novios que ya eran.

LAS ESTRELLAS SE TRANSFORMARON EN LUCIÉRNAGAS

Sucedió en el norte del Estado de Coahuila
Por Jesús Pérez Uruñuela


UNA TONADILLA de cuna se escuchó en el tranquilo y amodorrado anochecer dominical de aquel pueblo norteño.
Luego, la noche del oscuro manto dijo a quien en el patio de la casa mecía entre sus brazos a su pequeña hijita:
-¿Puedo unir al arrullo de tus versos el silencioso tintineo de mis estrellas. . .?
El amoroso padre movió la cabeza en señal afirmativa sin interrumpir su melodiosa canción de cuna:
“Duérmase mi reina,
y duérmase ya,
si no, viene el “coco”
y la asustará. . .
- Vaya viejo – dijo la madre- se ve que tienes bien mimada a nuestra hija. . .! La trajiste cargada desde la plaza a sabiendas que estaba despierta. ¿Piensas que no me fijé que la muy mañosa poco a poquito se fue acurrucando entre tus piernas, cuando estábamos por regresar a casa?
-¡Ay viejita! - replicó el padre. ¿Qué quieres que hiciera, si esta guerquilla se sentía tan cansada que no podía caminar. . .!
-¡No podía caminar. . .! –Nuevamente refunfuñó la mamá y agregó: -Pero bien que anduvo como “desatada juegue y juegue” alrededor del kiosko con los lepes del vecindario, mientras escuchábamos la serenata. Y seguramente también viste cuánto corrió y persiguió las luciérnagas cuando empezó a caer la tarde. En verdad que contigo, la escuincla se chifla en grande. Conmigo, sí anda derechita. . .
Hubo un silencio; luego, el adormecedor susurro continuó:
- “Señora Santaana,
por qué llora la niña?
Por una manzana
que se le ha perdido. . .
-Hasta le cantas y la balanceas en la mecedora para arrullarla como si fuese una bebé. –Una vez más comentó la madre y con fingido enojo comentó: -¡Ve su cara: tiene los ojos cerrados. . . quiere hacernos creer que duerme, pero ya no aguanta la risa. . .! ¡Mírala, mírala! ¡Ahora se está riendo! ¡Muchacha chivata, bien sabes con quién chiquiarte!

“Iremos a la huerta
y cortaremos dos:
una ‘pa mijita’,
y otra p’al niño Dios”

Al percatarse la noche que el canto y los mimos continuaban, y que la niña dormía profundamente, permitió que las estrellas, convertidas en luciérnagas -en el sueño de la pequeñita- bajaran a jugar con ella, como lo hicieron esa misma tarde de domingo.

¡En México no pasa nada!

(La rebelión de Ciudad Madera Chihuahua)
Por Jesús Pérez Uruñuela



Escueta nota periodística fue publicada en las páginas interiores de un diario matutino de la ciudad de México:
Chihuahua, Chih. 24 de septiembre de 1965. El día de ayer un grupo de guerrilleros pretendieron tomar por asalto el cuartel militar de Ciudad Madera, población (centro de una rica zona boscosa de la Sierra Madre) ubicada al noroeste de la capital del estado, a 321 kilómetros por la vía ferrocarril “Chihuahua Pacífico” rumbo a Topolobampo, Sin.
El ataque fue repelido por las fuerzas federales sin que se reportase baja alguna.

Días después en el Palacio Nacional.
Dos personas vestidas con trajes oscuros y portafoloios en mano se introdujeron al despacho presidencial, el cual estaba iluminado por un candil de múltiples cristales. Los exquisitos acabados de la ebanistería del mobiliario, así como el artístico diseño del parquet y de las alfombras de sus pisos, daban a la amplia oficina un ambiente de refinada sobriedad y elegancia. En una de las paredes destacaba el alto estante lleno de libros encuadernados en piel, librero que en sus costados tenía incrustadas dos cariátides que sostenían una corta columna estriada, muestras representativas de las finas obras de arte del tallado en madera que adornaban aquel recinto. A un costado del escritorio y del sillón (este último, tapizado con terciopelo y rematado su respaldo con una águila dorada) estaba una bandera nacional, la cual con sus colores verde, blanco y rojo, daban el toque mexicanista al espacio de trabajo del Primer Mandatario del país.
Los recién llegados se detuvieron frente a un viejo militar que permanecía sentado de cara al escritorio presidencial, quien por llevar en las hombreras un águila y tres estrellas, era General de División. Sin pronunciar palabra entregaron al castrense personaje los documentos que llevaban en los maletines y de inmediato, él con displicencia empezó a revisarlos sin mudar su estatuaria imagen y su inexpresivo y adusto rostro.
En tanto que el General absorto leía, los dos civiles algo murmuraron; luego, uno de ellos salió, mientras el otro (de ancho torax, atlético cuerpo y pronunciada calvicie) se dirigió al gran ventanal por el cual se observaba el zócalo capitalino. Se acercó al grueso y biselado cristal y con interés contempló allá abajo a un grupo de soldados que arriaban el colosal pabellón tricolor de la monumental asta bandera que se erguía en el centro de la explanada.
Con precisa coordinación y marciales movimientos, el lábaro fue recibido y cuidadosamente plegado. Finalmente con máximo miramiento trasladaron el símbólico lienzo patrio al interior del Palacio Nacional por la puerta central del mismo, ante la mirada de numersosas personas que con respeto vallaban el pelotón militar participante en aquella ceremonia.
Transcurridos unos instantes, la circulación vehicular se regularizó en torno al zócalo y de nuevo, sobre aquella área cuadriculada de cemento, los peatones reanudaron su aparente desatinado caminar.
Ningún sonido llegaba del exterior; adentro de la oficina presidencial existía un silencio que solamente era alterado por el ruido que ocasionaba el militar al hojear los documentos engargolados que acuciosamente repasaba.
Una puerta se abrió y por ella entró el Presidente de la República y la persona que veía a través de la ventana con celeridad acudió a reunirse con el General, quien ya estaba de pie en respetuosa posición.
Antes de sentarse en su sillón, el Mandatario comentó;
-Perdón por la demora, pero mi entrevista con “Su Señoría” se prolongó más de lo esperado; no obstante, los resultados de la misma, fueron altamaente productivos. Y agregó: -Tomen asiento por favor –y los dos se acomodaron frente a él.
-Señores –volvió a hablar el gobernante- en la sala de juntas están reunidos los Secretarios de Estado que hoy he convocado para definir la estrategia que nos permitirá enfrentar y corregir la situación de “intranquilidad” que desde el 23 de septiembre existe en la zona montañosa de Madera del estado de Chihuahua. Antes, quise hablar con ustedes: los Secretarios de la Defensa y de Gobernación, quienes coordinarán la actuación gubernamental conjunta que habremos de tener en aquella región y así lo haré saber al resto de mi gabinete.
Y con un ademán indicó al General Secretario de la Defensa que expusiese sus puntos de vista.
El encargado del Ministerio de Guerra, era reconocido como un experimentado miltar por haber participado en la Revolución en la División del Norte de Francisco Villa. Pasado el tiempo, llegó a ser Director del Colegio Militar y jefe de varias zonas militares del país. Además, por su probada lealtad y profesionalismo, el Señor Presidente lo estimaba sobremanera.
-Agradezco encarecidamente su alta distinción y confianza –expresó el militar y procedió a informar:
-Con motivo de los desagradables acontecimientos del pasado 23 de septiembre y en atención a sus superiores instrucciones, “implementé” no sólo en la sierra de Chihuahua, sino también en parte de Sonora y Durango, una serie de operativos consistentes en el establecimiento de retenes, patrullajes en caminos vecinales y vuelos de reconocimiento para localizar a los integrantes de aquel grupo rebelde. Como resultado de esas acciones fue aprehendido un número importante de sospechosos pobladores de la región, presuntamente coludidos con los del fallido artero ataque al cuartel militar de ciudad Madera.
-Nuestras metas –continuó el viejo soldado- se lograron, porque recuperamos el estricto control de la zona, razón por la cual no se han repetido otras agresiones del mentado grupo guerrillero. Sin embargo, debo hacer de su conocimiento que existe una manifiesta simpatía del pueblo tarahumara hacia los sublevados, lo cual, si no actuamos adecuadamente y con prontitud, podríamos tener en un tiempo que enfrentarnos a un levantamiento, el que deberá ser sofocado con alto costo social y político.
Sin comentar el Presidente volvió la mirada hacia el Licenciado, Secretario de Gobernación: ágil, manipulador y ambicioso funcionario, gran conocedor de las veladas fuerzas e intereses que accionaban la política interna, las cuales tenía en mente utilizar en su beneficio personal para en el futuro ascender a la máxima posición del gobierno de la nación. Y con voz pausada y monótona expuso sus consideraciones:
Yo también me siento altamaente honrado por la oportunidad que usted Señor Presidente me ha brindado de servirle en estrecha coordinación con el Secretario de la Defensa. Estoy en total acuerdo con mi General, que el caso “Madera” rebasa lo militar y que requiere de medidas adicionales a lo ya realizado. Por ello, presento a su consideración un “programa emergente” que consiste en la participación de los diversos organismos del gobierno identificados con los aspectos sociales, de salud y asistenciales, para que –entre otras acciones- se hagan llegar a aquellas comunidades indígenas despensas, leche, mantas y ropa. La Conasupo puede ser el conducto adecuado para ese propósito. Asimismo, la Secretaría de Salubridad, a través de su Delegación Estatal, podrá emprender una campaña sanitaria y de vacunación y hasta la Secretaría de Educación, se haría presente con una promoción alfabetizadora y con el regalo de libros de texto y desayunos escolares. Y en diciembre repartiremos piñatas, dulces y juguetes para las celebraciones navideñas. Todo eso, servirá para ratificar la presencia siempre oportuna del gobierno de la República en las comunidades que lo requieren y así echar por tierra las demagógicas banderas reivindicadoras de esos agitadores que cobardemente se escudan en el anonimato y en la oscuridad de la noche para atacar a traición y que preteneden deformar con exóticas ideas ajenas a la idiosincracia nacional la manera de pensar y de sentir de nuestro pueblo.
El Presidente sonrió en señal de satisfacción y al hacerlo dejó al descubierto la espléndida dentadura que tanto agrandaba su boca. Sus pequeños ojos brillaron tras los cristales de sus lentes y emocionado exclamó:
--¡Si General, si Licenciado! ¡Ese sentimiento patriótico que tenemos los del “Partido Ofical”, es lo que nos ha hecho herederos del poder en este hermoso país...! -Y de inmediato se puso de pie para resumir lo que habría de tratarse ante los demás encargados de las carteras ministeriales.
-Con esas mismas palabras, quiero que ustedes dos expongan ante sus “colegas” el espíritu republicano y nacionalista que deberá inspirar nuestras acciones para evitar que aquellos desventurados indígenas del norte de nuestro país sean presa del comunismo internacional. Además, les comunico que “Su Señoría” me ofreció que, con el fin de coadyuvar a los objetivos de “estabilidad y paz” de los habitantes de la zona chihuahuense de Madera, en estos días, él enviará un grupo de sacerdotes a reforzar e intensificar la evangelización católica entre los tarahumaras que tan erradamente piensan que el embrutecimiento con alcohol del maíz los acerca a Dios Nuestro Señor. Los prelados misioneros serán Agustinos Recoletos, recién llegados de España...
-Dispense Señor Presidente, ¿por qué extranjeros? –interumpió el Secretasrio de Gobernación.
-Esa misma pregunta me hizo “Su Eminencia Ecleciástica” y ¿se imaginan qué explicación le dí?: -Si enviáramos a aquellas comunidades curas mexicanos, se correría el riesgo de que en corto tiempo, alguno de ellos, se involucrara tanto en la problemática local que decidiera organizarlos en una incipiente revuelta contra el gobierno. Y ¿qué tendríamos qué hacer? ¿Eliminarlo o encarcelarlo? ¡No nada de eso es recomendable, porque se provocaría un escándalo público! Sin embargo, si los sacerdotes son de otros países, estarán tan ocupados en comprender las costumbres, tradiciones y forma de pensar de los indígenas que requerirán de muchos años para identificarse plenamente con ellos. Y si alguno de esos curas resulta conflictivo y revolucionario, disponemos de dos recursos: la excomunión y la deportación.
-¿Qué les pareció mi razonamiento? –agregó con tono irónico el gobernante y los tres rieron con estridentes carcajadas, después de las cuales, el mandatario con recuperada seriedad ordenó:
-Vayamos en este momento a la sala de juntas para exponer los objetivos de trabajo de la Presidencia en el caso “Madera”.
-Un comentario final –dijo el Secretario de la Defensa:
-Si señor General, diga usted.
-Lo que vamos a realizar en Chihuahua, me parece lo más adecuado –expuso el militar- sin embargo, pienso que esas medidas las deberíamos hacer extensivas con carácter preventivo a las otras zonas del país en donde la población indígena es numerosa.
-Entiendo el sentido de sus palabras –replicó el Presidente- pero estimo que no estamos en una situación que justifique actuar así a nivel nacional. Mire usted, aparte de lo acaecido en ciudad Madera y salvo algunas gavillas de maleantes que actúan en Guerrero, ¿en qué otros estados pudiéramos tener descontento social? ¿Aquí en la capital? Obviamente que no, porque, aunque los jóvenes constituyen el sector “más inquieto”, bien sabemos que para la UNAM y el POLI tenemos previstos los “elementos y contactos adecuados y necesarios” para mantenerlos “en un puño”. Por ello, nunca tendremos problemas mayores con “esos muchachitos”. Además, al sindicalismo, al sector popular y al campo, los controlamos con “las confederaciones”
Luego el gobernante, al tiempo que alternaba su mirada con los dos interlocutores, cuestionó:
-¿Realmente creen ustedes que pudieran haber acciones rebeldes de los indios del Valle del Mezquital, de los mayas de Yucatán, de los mixtecos o zapotecas de Oaxaca, o de los chamulas y tzotziles de Chiapas, ¡por favor...no nos calentemos demasiado, que... en México no pasa nada...!
El Primer Mandatario acompañado de los dos Secretarios salió del depacho en dirección de la sala de juntas, en tanto afuera había anochecido y el zócalo resplandecía con el alumbrado público y las imágenes luminosas alusivas a los personajes de la Revolución Mexicana, formadas con miles de pequeño focos de colores.
En un costado de la monumental plaza, sobresalía el esplendor y la majestuosidad de la Catedral Metropolitana, construcción de estilo barroco neoclásico. En el otro extremo, el anterior edificio del Ayuntamiento (sede del Gobierno del Distrito Federal) lucía su también alumbrada fachada en cantera, adornada con escudos elaborados con azulejos poblanos.
A un costado del antiguo inmueble de los “Mercaderes”, la refulgente y serena efigie de Emiliano Zapata, “el Caudillo del Sur”, miraba fijamente al Palacio Nacional, el cual también reflejaba las luces de las candilejas de un optimista presente y de un eterno ilusorio futuro.

EN EL BOSQUE DE LAS VIRTUDES

Al entrañable maestro y poeta Manuel Aguilar de la Torre,
quien me honra con su amistad y me hace añorar al hermano
mayor que no tuve.
Escrito en diciembre 5 del 2001 y actualizado el 22 de agosto de2003.

Por Jesús Pérez Uruñuela


¿Qué es lo que existe en el interior del ser humano?
Si se traspasa la piel, se llega a las estructuras muscular y ósea, así como a los vitales órganos del cerebro, corazón, pulmón, estómago o al aparato circulatorio de venas y arterias y a los componentes del sistema nervioso y linfático.
¿Eso es lo que contiene el cuerpo?
Científicamente sí, pero. . . aparte, ¿no será que además de la materia celular y molecular que lo integran, hay, en la mente humana, un mundo no tangible, etéreo, de imaginarios deleitosos floridos parajes bañados (por ejemplo) por tibios rayos solares en donde la revitalizadora brisa y la reconfortante apacibilidad, proporcionan a la atribulada alma, laxitud a las tensiones que le ocasiona la vida cotidiana y sus propios destructivos estados psíquicos?
El humano supone que escapa de las angustias y sufrimientos de su diario existir, si se imagina recibir fugaces placenteras sensaciones que le distraen y le brindan paz emocional.
Sin embargo -por su transitoriedad- esas situaciones no le proporcionan la total plenitud y sí ocasionan que su estado de ánimo se alterne entre la euforia y el desaliento. Aún así, se conforma con esos ilusorios instantes y no aspira realizar un viaje introspectivo que lo lleve a las reales sublimes recónditas zonas de su ser, porque teme transitar por senderos que en su etapa inicial pudieran ser brumosos e inciertos caminos en los que no se vislumbre el final, pero que en la realidad lo conducirán a desconocidas grandezas. Y en lugar de lanzarse a tal aventura, se cuestiona insistentemente: -¿a dónde conducen esas indescifrables vías? ¿Para qué traspasar tan misteriosos senderos si tengo una forma inmediata de dar tregua a mis inquietudes? ¿Qué podré hallar allá. . .?
Lo que el ser humano ignora es que después de los cercanos deleitables espacios a donde regularmente gusta acceder el espíritu cuando se siente agobiado, en un lapso breve de recorrido mental adicional, podrá llegar a un bosque, cuya feraz vegetación da sombra y protección a añejos e imponderables valores de sublime naturaleza, los cuales proporcionarán excelsitud a quien ahí llegue y se impregne de ellos.
Según Séneca, el famoso filósofo moralista romano, los bosques están "poblados de viejos y gigantescos árboles, cuyas entrelazadas ramas impiden ver el cielo. La frondosidad y el misterio de esa selva, la impresión que producen sus profundas sombras, ¿acaso no sugieren la idea que allí reside Dios?"
En tanto el hombre no ose espiritualmente adentrarse a lo inexplorado de su “yo interior”, únicamente podrá estar en las cercanas placenteras zonas del soñar; pero para obtener la paz y felicidad perpetua, deberá estar dispuesto a superar su pusilanimidad y con audaz impulso salvar la inexplicable bruma que aparentemente obstaculiza el acceso al misterioso bosque, el que lo espera para hacer de su conocimiento antiquísimos y promisorios arcanos.
Si así lo hiciese, ya nada lo detendrá, porque en ese momento presentirá las grandezas que habrá de alcanzar. Con vehemencia y empeño, penetrará hasta los hondos parajes de su “yo interno” para arribar a la floresta en cuyo centro verá un lago, al cual alimenta un manantial de fresca agua.
Los pocos que han llegado al núcleo del bosque, mencionan haber sentido una transformación que en nada se asemeja a otra de índole intelectual al contemplar aquellos parajes de una belleza que supera a lo imaginado o existente en la Tierra. Ellos recuerdan haberse visto rodeados de indescriptible espesura de fantástica concepción, así como impregnados con el aroma de flores de variado y exótico colorido, las cuales circundaban el mencionado estanque que se abastecía del borbollón, del que brotaban -desde un profundo desconocido origen- cristalinas aguas con la propiedad de proporcionar a l que las bebiese el conocimiento y posesión de las virtudes supremas del ser humano.
Reza el mandato supremo:
“Quien libe las aguas del Bosque de las Virtudes, adquirirá la fuerza que dio origen y dinámica al Universo; además -ese ser- ya no será sólo la amalgama de materia y energía, pues alcanzará eximia espiritualidad, con un status superior a cualquier otra de índole social o política. Esa persona, además de intempestiva y temperamental, será prudente, con juicio y cordura para realizar todas sus acciones, las que además se caracterizarán por su energía y firmeza. Igualmente, quien haya logrado que su espíritu bebiese las virtuosas aguas, tendrá un alto sentido de la justicia con capacidad para moderar y controlar su apetito de poder y de riqueza, porque antepondrá el interés de sus semejantes al propio. Habrá en él fe en sí mismo y en los demás y la firme esperanza de que la humanidad en el futuro será mejor. Tal proceso de sabiduría le hará irradiar contagiante felicidad y confianza.
Inexplicablemente, en el transcurso del Siglo XX, pocos hombres permitieron que su alma “impenetrara” a ese bosque para deleitarse con la contemplación de su feracidad; con las suaves caricias del viento y con los olores del follaje, así como para llenarse de sabiduría espiritual con las mágicas aguas del socavón, y disfrutar las virtudes, que ahí permanecen disponibles para su auge hasta llegar a la cumbre.
¡Desafortunado desperdicio, porque cuánto necesita el mundo actual de esos iluminados!
La noche del 4 de diciembre de 1939, la intensa luz lunar de plenilunio plateaba las copas de los árboles del bosque de las virtudes. El lago simulaba. . .“al mismo tiempo señal de infinito y claro reflejo ¡un todo de mundos que se va para adentro! (dentro de sí mismo y dentro del espejo) Hasta el fondo las luces del cielo, el retrato acuoso enseña al espacio su infinito cuerpo. . .” (*)
El ruido y el bullicio de los ramajes irrumpieron el silencio de aquel deleitoso lugar. De entre la enramada surgió una figura espiritual. Era una infantil alma de tenue transparencia, de menudo tamaño y aparente frágil imagen la que, con lentitud pero decidida postura, caminó sobre el húmedo musgo. Con nerviosismo anhelantemente escudriñaba a su alrededor. Después de unos instantes, la cantarina fuente que brotaba entre lotos y helechos y que abastecía de agua al estanque atrajo su atención. Al verla, aquella sutil silueta sin vacilar se dirigió al venero, el que en ese instante se agitó con más violencia, pero en vez del acostumbrado ruido del borbolleo, se escuchó la VOZ: “Dios en fusión con el cielo. . .”(*) y existente en el interior del hombre:
-´¨Se quien eres y aguardaba por ti. Te conozco desde que fuiste concebido y cuando en el vientre, tu madre te contagiaba de su sensibilidad y temperamento artístico. Bienvenido seas... dijo LA VOZ.
El niño sintió la caricia “del viento impalpable. . . y (le estimuló) la risa del agua que jugaba con la luna”(*). En seguida comentó a la fuente de agua y a la VOZ:
-No soporto que la energía vital se me acumule y aprisionada no emerja para manifestar mis más abismales emociones, por lo que temo que explote con violencia volcánica como la magna que escapa del incandescente núcleo terráqueo hasta su erupción. Me siento “espiga extraña, cuya respiración abre un milímetro de vida en el desierto de trigales apagados”. También, percibo que “el tiempo se encharca, se cansan los pasos, se parten las células, se sueña demasiado. . .”(*) y por lo tanto vengo a beber el agua balsámica del virtuoso bosque para excarcelarme de tan atormentada situación emocional.
Mientras “las estrellas se asomaban por las hojas de los viejos árboles para mirar” (*) al frágil espíritu, la VOZ proveniente del cristalino socavón una vez más se oyó:
-¿Qué esperas recibir con tal prodigio?
-A mí y a los de mi especie -respondió la pequeña ánima- “nos ahoga la soberbia soledad (que padecemos) en el Universo, en el satélite y en el sistema solar”.(*) Deseo dignificar la gris mansión corpórea que me hospeda para hacerla merecedora de “¡Este afán de vivir! ¡Esta brega en el fuego!”(*). Anhelo poseer “un trozo de vida”, para que en esa fracción infinitesimal de tiempo, convenza con mis palabras a mis congéneres a amarse intensamente, a que sean felices con sólo percibir el frío matinal o los cálidos rayos solares vespertinos sobre la superficie epidérmica de su cuerpo desnudo y que sin inhibiciones dejen que el aire expanda por el espacio sus risas y que al llorar, sus lágrimas rieguen -como rocío- rosas rojas y rosas blancas.
-¡Anda bebe –exhortó la VOZ- sacia tu sed e imprégnate con la sabiduría eterna, para que cada día de tu existencia sea un “trozo de vida” durante los cuales de tu boca -como manantial de elocuencia- brotarán palabras con belleza florida y con armonía musical. Tu verbo será flor y canto y en tus trozos de vida -que por cierto serán muchos y grandiosos- dejarás huellas poéticas que te darán la inmortalidad. ¡Refréscate con el sagrado líquido
El alma infantil bebió con avidez el agua del manantial y por ello adquirió clara trasparencia; también su fragilidad anterior se transformó en robustez y de su boca brotaron flores y cantos que se esparcieron en el espacio. Más tarde, el iluminado infante cómodamente se posó sobre la blanda hojarasca del bosque y poco a poco su adormilado sereno respirar fue opacado por el estridente y monótono ruido de las cigarras y el silbido del viento que cruzaba los espesos ramajes de la elevada arboleda.
–Finalmente dijo la VOZ: -Duerme “Immanu-el, Dios está en ti y en nosotros”. Duerme, que mañana, tus palabras tendrán alas de águila y la altivez de la torre, para elevarse hasta las alturas de la sublimidad.
Al siguiente día, al escuchar el poema compuesto por el pequeño Manuel, su padre se turbó de tan eminente virtuosismo e inspiración; en tanto su madre -sin manifestar sorpresa- se recreó con la precocidad de su vástago, quien así declamaba:

En un jardín encantado
donde moraban las hadas,
donde formaban sus nidos
las cantadoras calandrias,
donde el césped era de oro,
donde la luz pedrería,
donde el murmullo del agua
reía, reía, reía...
había rosas azules,
sus pétalos como el cielo,
sus pistilos oro y plata,
su fino talle pequeño;
había azucenas hermosas
de verdadero color,
gardenias color de rosa
frescos naranjos en flor;
blancas violetas,
sí blancas,
blancas como una ilusión,
finamente perfumadas,
perfume del corazón;
de lustroso raso negro
los enlutados claveles,
de encaje la nubecilla,
de las lilas, ricas mieles,
de las finas telarañas
que colgaban de las hojas,
se columpiaban alegres,
alegres y juguetonas,
hasta caer en el cáliz
de las azuladas rosas,
unas perlas cristalinas
o de rocío las gotas.

En una límpida fuente
donde nacía el arroyuelo
mil ninfitas prodigiosas
se lavaban el cabello.

Dejé este panorama
tan encantador,
tan bello,
para encontrarme
en mi cama,
viendo que todo era un sueño.(*)

(*) Textos y referencias de poemas de Manuel Aguilar de la Torre. (1926 -2003)
“La calle de los peatones tristes”(1957), “La Voz” (1952), “Paralelo mínimo” (1951)
“Sueño de un jardín encantado” (1933)

La cristalina montaña dorada.

(Inspirado en la preocupación del poeta Aguilar de la Torre, que las hormigas invadieran su cocina. Noviembre de 2001)
Por Jesús Pérez Uruñuela.

EN LA NOCHE, en el frasco de cristal lleno miel quedó colocado en el centro de un plato sopero lleno de agua para aislarlo de las pequeñas hormigas que durante el día lo asecharon atraídas con su dorado contenido.
En esa ocasión aquellos minúsculos animalitos se vieron separados del delicioso y apetecible manjar por un espacio de agua, el que debió parecerles un inmenso lago. Sin embargo, el obstáculo no arredró al numeroso escuadrón de insectos que subían por el exterior del blanco plato y en poco tiempo la porcelana se matizó del gris oscuro de los animalitos. Algunas hormigas observaban la inmensidad acuosa; otras, nerviosas tocaban con sus frentes la cabeza de sus compañeros y movían sus potentes y salientes mandíbulas. Luego, sobrevino un agitado hormigueo. Como motivadas por un silencioso mandamiento, los diminutos seres se arrojaron al agua hasta cubrirla y formar un negruzco tapete por el cual varios de ellos -sin dificultad- caminaron rumbo a la botella con miel, la que se erguía como una elevada montaña cristalina de dorado fondo. Escalaron y llegaron a la cumbre (tapón circular metálico) en donde ambularon por unos instantes con actitud indagadora. Al comprobar la imposibilidad de acceder a la miel, con violencia hicieron girar sus antenas para informarlo al contingente que expectante permanecía en la placa de formaica de la mesa sobre la cual estaba colocado el plato.
En las siguientes noches a aquella, cuando por primera vez las hormigas pretendieron apoderarse de la miel que contenía la botella de cristal rodeada de agua del poeta Aguilar de la Torre, volvieron a observarse a cientos de esas pequeñitas inertes sobre el apacible líquido.
¡Persistía entre los insectos el anhelo de recuperar para su colonia la miel a la cual tenían derecho!
Se dice que las hormigas irrumpen el área habitacional del ser humano, pero. . . ¿no será que es el hombre quien ha invadido el territorio vital de los insectos? Porque esas criaturas están sobre la superficie de la Tierra desde la era terciaria (70 millones de años) mientras que el homo sapiens apareció durante la glaciación alpina Würm acaecida hace sólo 50 mil años.
La antropología moderna no establece una línea directa de ascendencia entre el hombre y los insectos; no obstante, las sustanciales diferencias biológicas existentes, hay entre ambos, cercanas y dramáticas coincidencias en sus comportamientos y actitudes.
¿Por qué las hormigas que cruzaron el agua del plato tuvieron que hacerlo sobre cientos o miles de congéneres para ascender tras la miel? ¿Acaso ese procedimiento no se asemeja al utilizado por el político para alcanzar el poder? ¿Y existe alguna diferencia de la forma de actuar de los referidos bichos con las guerras y masacres humanas a que recurren los reducidos grandes grupos financieros para apoderarse de los mercados y de las fuentes energéticas como el petróleo, por mencionar dos casos.
Otras características de las hormigas dignas de reflexión:
Son seres eminentemente sociales, agrupados en colonias llamadas hormigueros, los cuales, en ocasiones llegan a contener más de 500 mil individuos, los que están gobernados por una especie de sistema matriarcal, en el cual la reina madre (con poder absoluto) es el centro y punto medular de la dinámica comunitaria. Un verdadero séquito de obreras (hormigas cortesanas) tiene la responsabilidad de los mimos, atención y protección de la soberana, así como de sus huevos, larvas y críos.
Cuando la colonia crece desmedidamente y se forman otras aledañas (conurbadas en el subsuelo) la “excelentísima monarca” ensancha sus dominios.
En ese “estado político-biológico”, la población está organizada en una definida división del trabajo que incluye obreras con actividades domésticas dentro del hoyo hormiguero, o bien con funciones de vigilancia en la entrada de los túneles de acceso a él y de protección personal de la reina. Otras realizan los trabajos de aseo, preparación de alimentos, etcétera. Entre este grupo de “intendencia”, están las nodrizas: auxiliares en el cuidado de los “procreados por la señora”.
En la sociedad insectil existe un grupo encargado de las “pompas fúnebres”; o sean enterradoras con la delicada misión de conducir los cadáveres de sus propias compañeras a un lugar exterior específico alejado del hoyo. Hay también agricultoras que cultivan hongos con las hojas que colectan en el campo abierto y pulgueras (no vaqueras) que crían y cuidan pulgones, a los cuales golpean suavemente con sus antenas para que segreguen un líquido dulzón por los pequeños cuernos que tienen en el dorso. Para alimentar ese “singular ganado”, llevan a los “establos” en donde los tienen a buen resguardo, el forraje de su predilección; o bien, con frecuencia es “arriado” al exterior a “pastar” en lugares con abundantes ramas de jugosa sabia.
Y qué decir de las heroicas y leales “hormigantes fuerzas armadas”, integradas por soldadas especializadas en la forma de aplastar entre sus mandíbulas la cabeza de su contendiente, así como en bombardear por el extremo trasero de su vientre el mortal ácido fórmico al enemigo. Cuando “las armas se cubren de gloria”, las hormigas vencedoras, se dedican al saqueo de hongos y pulgones. Asimismo, cargan con los huevos blancos, redondos y alargados encontrados en el hoyo vencido, para llevarlos a su hormiguero, en donde habrán de ser cuidados hasta que salgan las blancas y ápodas larvas que días después habrán de encerrarse en un capullo antes de surgir como hormigas y tener por destino servir de esclavos o esclavas de su majestad la reina madre.
¡Sorprendentes similitudes entre las antiquísimas formas de vida de las hormigas y las demostradas por la humanidad en sólo 50 mil años!
Sin embargo, ¿qué diferencia al hombre de ese tipo de insectos? 0bviamaente la formación y estructura corpórea y orgánica; pero sobre todo los mecanismos que regulan el comportamiento en ambos seres.
La existencia y accionar del menudo invertebrado referido, están regidas por la propensión innata a conservar la subsistencia y perpetuidad de su especie, sin que exista el conocimiento previo de ese propósito. Poco ha variado ese sistema instintivo a través del tiempo. En cambio en el hombre, el poseer un cerebro altamente evolucionado respecto a las otras formas de vida, le ha permitido ejercer la supremacía sobre ellas e inclusive sobre sus semejantes. Sus acciones son razonadas y con el conocimiento a priori de su causa y efecto.
Pero la preponderancia humana ha tenido consecuencias desastrosas para la Tierra.
A partir de la tan nombrada “Revolución Industrial”, el mundo empezó a padecer la amenazante descarga tóxica de productos químicos en ríos, mares y en parajes de abundante vida silvestre. Luego las manchas urbanas invadieron las áreas verdes (pulmones naturales) y eso aunado al fenómeno demográfico de la sobrepoblación y al consecuente “progreso” por el tenaz ascenso de los niveles tecnológicos y científicos, la devastadora contaminación ambiental adquirió proporciones mundiales con daños hasta en la capa atmosférica de ozono. Consecuencias: destrucción paulatina de la flora, exterminación de millares de especies animales, desaparición de zonas dedicadas a la producción alimenticia e inclusive aparición en el ser humano de novedosas, agresivas y mortíferas enfermedades.
Y de esa manera, interpretaron el macho y la hembra de la creación el mandamiento bíblico: “Sean fecundos y multiplíquense. Llenen la tierra y sométanla!. (Gen 1,28)
Por la irresponsable actitud humana, se alteró el medio ambiente, y eso ocasionó que las plantas y flores de los jardines, carecieran de azucarados jugos. Y también por la misma razón han dejado de existir por doquier panales adheridos a frondosos árboles, en donde las abejas elaboren la miel con los más puros néctares silvestres. ¿Será por esas razones, que las pequeñas hormigas con sigilo intentan apropiarse de la miel que es guardada en herméticos cerrados frascos de cristal?
Las personas que consideran furtivos e indeseables visitantes a los insectos que entran a su cocina, ignoran que esos pequeños animalitos están facultados para hacerlo, porque en aquel lugar -antes que hubiera cemento y pavimento- existía una floresta con generosa vegetación que constituía el entorno vital que ellos compartían con otras especies animales.
Al transformarse las condiciones ambientales del planeta y con ello alterarse los ciclos biológicos, también el hombre se encamina a una condena de autodestrucción, debido a que atenta contra sus estructuras productivas de comida, por lo que los cereales, cárnicos y otros de origen natural cada vez serán más escasos y los que estén disponibles los acapararán entidades empresariales con estricto interés de lucro y especulación, para aglutinarlos en enormes estibas, silos y frigoríficos.
Las empresas monopolísticas especializadas guardarán con celo y avaricia los productos alimenticios en su poder y en ese momento, con nostalgia el hombre, recordará que tiempo atrás abundaban en toda la faz de la Tierra los frutos espontáneos de la naturaleza.
De seguir la especie humana con su estúpido y egoísta intento de destrucción y aniquilación, el futuro de la humanidad será poco promisorio, dado que la obtención de alimentos implicará un alto costo y elevado grado de dificultad, sin que se descarte la posibilidad de que (como en otros momentos históricos) existieren innumerables muertes por hambruna y otro tanto por guerras para obtener los nutrientes básicos que requiere su subsistencia. Y cuando sea ese fatal día, posiblemente el ser humano en sus afanes por sobrevivir sólo conseguirá los mismos resultados obtenidos por aquellas hormigas que llegaron una noche al envase de cristal que había sido colocado en el centro de un hondo plato sopero lleno de agua; el cual, por contener miel, se asemejaba a una cristalina montaña dorada en medio de un inmensurable lago.

Tarahumara, “hombre de los pies ligeros”.


Por Jesús Pérez Uruñuela

Cuenta la leyenda que el supremo dios Onorúame, síntesis y contenido del radiante padre Sol Rayénari y de la blanca e inmaculada madre Luna Metzaka, hizo que los violentos caudales de agua y lodo ahondaran las cañadas de las grandes cadenas montañosas y formaran los profundos abismos con elevados acantilados de inmensas rocas que simulaban fantásticas formas antropomórficas y zoomorfas.
Así, aquellas dos fuerzas “macho y hembra” contenidas en una sola deidad, expandió la acción creadora sobre la Tierra para luego concebir al hombre, quien fue llamado rarámuri (tarahumara en su expresión hispanizada) “el de los pies ligeros”, quien quedó como dueño y señor de aquella zona serrana.
A los hombres, el gran dios los hizo con rostros alargados y enjutos, con negros ojos y nariz recta. Sus cuerpos esbeltos fueron esculpidos con dura musculatura para resistir la carrera en largas distancias. Llevaban un taparrabo fijado al talle y hacia atrás una larga tela triangular que cubría una camisa no ajustada a la cintura. Y a fin de que permanentemente los rarámuri estuvieran conscientes que también eran producto de la trascendental dualidad divina, los varones llevaban ceñida en la frente -como señal de ello- un triángulo largo de tela enrollada (kowera) cuyos dos colgantes extremos significaban, por un lado al padre Sol y por el otro a la diosa madre Luna: ambos, las dos fuerzas “macho y hembra” de la naturaleza fundidas en la concepción dual del altísimo Onorúame.
La deidad suprema cubrió las llanuras tarahumaras con majestuosos pinos, encinos y álamos y esos espesos bosques los pobló con osos negros, pumas, nutrias, venados cola blanca, lobos y demás seres. Asimismo, hizo que en el cielo volaran variadas aves y en los manantiales y ríos abundaran los reptiles y los peces. Además, la deidad creadora instruyó a los tarahumaras para que viesen al árbol como la sacra fuente de leña para el fuego y de madera para construir sus instrumentos musicales con qué alegrar sus festividades. También se le inculcó el respeto sobre las demás formas de vida que le proporcionaban alimento.
Con relación a sus semejantes, los musculosos y esbeltos habitantes de las cañadas, estaban convencidos que la veneración al ser humano tenía mayor valor que el amor a las cosas materiales. La sociabilidad y la solidaridad comunitaria constituía la base de su armonía y pacífica convivencia. También, todo era de todos; no existía la propiedad privada.
“El hombre de pies ligeros” tenía el edén para llevar una vida plena.
Un atardecer, cuando el Sol se ocultaba y surgía radiante la Luna, los tarahumaras estaban reunidos alrededor de una fogata. Una cierva se aproximó y al tiempo que ella realizaba rítmicos movimientos (como si danzase), con dulce y cortes voz les habló:
-Los saludo con el suavidad que lo haría el gorjeo de la paloma del campo para desearles bienestar y felicidad –dijo y añadió: -Los dioses Rayénari y Metzaka me han encargado que les comunique que a partir de hoy, cuando menos una vez al año, deberán danzar, cantar, evocarlos y honrarlos hasta el amanecer para que todos los rarámuris sean agraciados con salud y prosperidad los días venideros.
Luego agregó:
-Recuerden que ustedes como hijos de los dioses que son, provienen de la Tierra y del Universo y también del maíz: alimento sagrado que les permitirá la comunicación directa con sus padres creadores para que les perdonen sus culpas.
Y sin más, desapareció en las profundas cañadas.
De inmediato, unas mujeres indígenas vestidas con falda ampona sostenida con un refajo de lana (pukara) y blusa suelta y con la cabeza cubierta con una pañoleta, fueron a sus cabañas y de ahí sacaron el maíz molido que habían fermentado días antes (al que llamaron tesgüino) y lo repartieron en jícaras entre los y las presentes, quienes lo bebieron. En tanto, otras mujeres rarámuri de baja estatura, con ovalados rostros, cuyos sesgados ojos competían en negrura con sus lacias y pesadas cabelleras, también estaban reunidas alrededor de la hoguera. De repente -en forma espontánea- se hincaron con la frente pegada al suelo y entonaron a coro los cánticos que luego habrían de llamarse “el yumari”
Voces, sonidos de flautas, de sonajas y de tambores retumbaron en los elevados acantilados y en las amplias llanuras; y al ritmo musical, hombres y mujeres, varones y hembras con armoniosos pasos (al danzar) imitaban las contorciones de la venada que momentos antes les había llevado un mensaje de los dioses y dibujaban en el suelo con sus descalzos pies figuras del Sol, de la Luna y de las estrellas.
Ya avanzada la noche, la trascendental esencia del maíz, por medio del espirituoso tesgüino, se apoderó de la mente de los danzantes para que se imaginaran que el cielo se había estampado en el terreno o que flotaban en el espacio sideral entre los astros, no alrededor de la hoguera, sino del Sol y de la Luna.
Así, con frenetismo, los embriagados participantes alternaban los retorcimientos corporales y brincos con la bebida del sagrado líquido emanado del maíz.
Como una forma sui generis de orar y pedir perdón a los entes divinos, bebían y bailaban, y lo hacían con tal vehemencia que la alucinada imaginación indígena retrocedió hasta el tiempo en que la Tierra se convulsionaba en su etapa formativa: cuando las ardientes magnas emergían a la superficie y poco a poco daban la configuración orográfica definitiva, la que después se enfrió.
Luego por las mentes de los extasiados danzarines, pasaron imágenes de grupos humanos que, provenientes de las frías e inclementes zonas del norte, se trasladaban por la costa del inmenso océano en busca de lugares sureños con climas más propicios para establecerse. Al llegar aquel conglomerado humano a las áreas regadas por once ríos (Sinaloa), los tarahumaras acompañados de pequeños grupos de varohios, pimas y tepehuanes, guiados por el padre Sol, que entonces se asomaba tras el horizonte, dirigieron sus pasos hacia el oriente. Allá, construyeron casas de adobe dentro de cuevas y después se establecieron en las grandes planicies cercanas a la Barranca que recorre el río Urique.
Los albores del nuevo amanecer hicieron que los enajenados rarámuri, se percataran que las vivencias anteriores habían sido ficticias y que, reunidos en torno a una fogata, no habían dejado de danzar y libar el embriagante tesgüino. La febril danza y los ensordecedores cánticos concluyeron cuando el astro rey volvió a dorar con sus rayos las cimas de las montañas y tanto los hombres como las mujeres se desplomaron exhaustos y fueron cautivos de un profundo sueño en el cual vieron al dios Onorúame repá betéame (el padre y madre que vive arriba) quien les dijo:
-Esta noche me han honrado al danzar como el venado y al embriagar sus espíritus con la esencia del maíz, el que representa la sagrada tierra de donde proviene el moreno tinte de la piel y el alma noble de ustedes. Con su evocadora festividad, han fortalecido mi predominio en las alturas y mi superioridad sobre “reré betéame” (el que vive abajo) En recompensa, sus acciones culposas serán expiadas y tendrán salud y abundante alimento.
Luego que los rarámuri despertaron, por muchos amaneceres y por muchos plenilunios comieron hasta hartarse “tonari” (cocido de carne de animales silvestres con tubérculos y calabazas, aderezado con olorosas yerbas), pinole, atole, tamales y gorditas elaborados con maíz.
Al paso de los siglos, las cañadas cambiaban su verde color por el blanco brillante de la nieve invernal. Según fuera una u otra temporada estacional, los rarámuris (la gente, los hombres, los hijos de dios, los tarahumaras) abandonaban las frías cañadas para vivir en las cálidas mesetas y después, cuando el clima cambiara, regresar a las altas montañas.
Pero sucedió un día que, procedentes del sur, llegó un pequeño grupo de personas con raros atavíos de gruesa tela color marrón, quienes por ser de piel clara y tener el rostro cubierto de rubia barba, fueron llamados “chavochis” (hombres blancos con telarañas en el rostro). De la boca del que se ostentaba como líder de aquellos extraños personajes, salían mesuradas y piadosas palabras, a la vez incomprensibles. Él, al mostrar la cruz de madera que asía con una mano, con la otra señalaba hacia el cielo.
Algunos nativos murmuraban sorprendidos: -¿Acaso esos maderos cruzados significan los cuatro rumbos del mundo? Otros, comentaban: –¿Por qué se postran de hinojos ante esa cruz los “chavochis” recién llegados?.
Sin embargo, pese al establecimiento de templos y a la intensa e insistente realización de campañas evangelizadoras, los jesuitas y los misioneros de otras órdenes religiosas que llegaron a las barrancas y mesetas rarámuri no lograron implantar entre la población nativa el cristianismo de acuerdo a sus más puros principios doctrinarios, porque el aborigen quiso conservar los valores culturales y espirituales que sus abuelos les habían heredado y sólo estuvo de acuerdo en aceptar aquello que consideró adaptable a su misticismo y surgió así el sincretismo católico-pagano de la sierra tarahumara.
La no aceptación plena de las ideas religiosas arribadas, así como el manifiesto e indomable orgullo indígena y la llegada de otros “chavochis” que se dedicaron a robar y engañar; así como a la invasión y despojo de tierras y a la destructiva explotación del bosque, en la cual obligaban al nativo a trabajar con mínima remuneración y pésimas condiciones laborables, obligó al tarahumara a rehuir y refugiarse en las lejanas cuevas de la montaña, en donde pensaron encontrar seguridad y protección contra tantas actitudes contrapuestas a sus ancestrales éticas costumbres y a sus profundos valores morales.
En verdad que al ser humano se le tienen negados los paraísos terrenales. Cuando llegan a existir, el mismo hombre con saña y crueldad los aniquila.
¿Por qué seres de tal grandeza espiritual tuvieron que ser víctimas de la “acción civilizadora europea medieval”? Sucedió que aquellos “hombres blancos con telarañas en el rostro (y en el cerebro) destruyeron lo que obstaculizaba el logro de sus mezquinos y egoístas propósitos, que en esencia eran explotar exhaustivamente las vetas de minerales preciosos y los recursos forestales sin importarles la conservación del entorno ecológico. El indígena era solamente fuerza de trabajo, un elemento productivo más; pero, para su óptimo aprovechamiento, se requería minimizar su autoestima por medio de hambre, de enfermedades, de vicios y relegación social.
En la actualidad, la tecnología, la “globalización”, los derechos humanos y la corrupción, son temas cada día analizados con amplitud por la televisión, la radio y la prensa. También el maltrato y muerte de focas, de ballenas y de delfines (por su considerable difusión) ha generado tanta consternación mundial que se han establecido organismos y leyes internacionales para su protección. En cambio, el proceso paulatino e incesante de marginación, de explotación, de degradación y de exterminio del indígena rarámuri y de los de otras regiones de México, que hoy es vigente como en el pasado, solo es comentado con espectacularidad circunstancial cuando es noticia y no se le da el análisis serio que conduzca a las medidas integrales de desarrollo que –en el plazo necesario- superen de una vez por todas las condiciones adversas que padecen esos sectores mexicanos de población.

¿Por qué no “Día Nacional de la Mujer” el 22 de diciembre?



Por Jesús Pérez Uruñuela

Acteal, Chiapas, a 22 de diciembre de 1997.



Mujer indígena, te llaman “ants” para distinguirte de la “señora ladina”: mestiza que habla el “castilla” (castellano).
Cuando presurosa caminas, tu menudo cuerpo flota sobre el suelo y tu azabache melena se mece mientras llevas a cuestas en tu espalda al pequeño niño karem. Sin agrandar ni perder la distancia, vas detrás de tu gallardo y orgulloso winkilaltik de blanca camisa, de corto calzón y sombrero con multicolores listones: tu hombre de San pedro Chenalhó.
Pequeña mujercita, al detenerte y sentir la fría mirada de tu esposo, ¿por qué escondes con el gris mantón la luminosa negrura de tus ojos y el resplandor de tu rostro color barro, piel morena de tu raza tzotzil, si eres tan bella?
¡Ay Mercedes…! Meche de Acteal, de los inclemente Altos chiapanecos. ¿A quién le importaban tus rubores, tus achaques y dolores del alma?
Aquel diciembre de 1997, fuiste a San Cristóbal a padecer una angustiosa prolongada espera en el hospital público; a soportar el mal trato de las enfermeras y a que pasados dos días te dijera el doctorcito que tenías un “colapso uterino”. Te preguntaste con fingida inocencia -¿y eso qué es?, pero bien sabías que se habían “vaciado tus entrañas”. Sin embargo, no pudieron operarte porque no estaba quien te debería aplicar la anestesia, porque no disponían de sangre para la transfusión, ni de jeringas, ni de alcohol. . . y tuviste que regresar a Acteal . “taponiada de allá abajo”
Mujer indígena, de antigua y muy lejana dignidad; heredera por derecho de la realeza de los pueblos prehispánicos, pero desposeída de tal excelencia principesca por “el blanco”, por el mestizo e inclusive por los de tu misma raza.
Pocas como tú Mercedes habían subsistido a la muerte materna provocada por los embates de la silenciosa y desapercibida -por muchos- política de exterminio de las dependencias gubernamentales de salud, pues ellas recomendaban el uso indiscriminado de “oxitóxicos” para la estimulación de la esterilidad uterina: eficiente medio para la aniquilación y discapacidad generativa de la mujer.
“¡Debe matarse la semilla!” rezaba la consigna de los enemigos del pueblo indígena, o hacer improductiva la simiente. Por eso, había abundancia de anticonceptivos, pero escasez de antibióticos, analgésicos y otros medicamentos de gran importancia curativa
Cuando el 22 de diciembre, (tú, Meche) regresaste de San Cristóbal a Acteal , tu hija Micaela de once años cuidaba a sus tres pequeños hermanitos. A ella le preguntaste dónde estaba su papá a sabiendas que él se ocultaba en lo alto de la montaña para evitar que los “guardias blancas” y “paramilitares” lo llevaran a la fuerza para “matar zapatistas”.
Ese día, cuando la gente oraba en la ermita de la alta montaña, se escucharon los primeros balazos; tú Mercedes, a pesar de la debilidad provocada por hemorragias uterinas, acarreaste tus tres chilpayates y con angustiada voz ordenaste: -¡Anda Micaela, “guyámonos” al monte. . . ¡
Ustedes cinco corrieron hasta ocultarse entre la maleza, en tanto, indígenas vestidos de negro y uniformados, enajenados disparaban armas de alto calibre a cuantas personas se atravesaban a su paso.
El llanto de tus niños pusieron en alerta a los invasores, quienes sin dilación dispararon hacia ustedes. Las balas se impactaron en tu espalda Mercedes y en la de tus tres hijos a quienes abrazabas. Al sentirte herida de muerte intencionalmente te arrojaste sobre Micaela para cubrirla y que durante breves instantes desapareciera a la vista de los deshumanos cazadores. Y así fue, que luego ella pudo alejarse hasta la orilla de una cañada y quedar a salvo, desde donde observó cómo los atacantes violaban y cometían otros indescriptibles actos vandálicos con los cadáveres de las mujeres.
Antes que oscureciera, llegaron a Acteal “las fuerzas de la seguridad pública”. Micaela fue llevada con otros sobrevivientes a un salón y posteriormente entregada a una casa vecina para su cuidado y manutención.
Se cuenta que la casi niña Micaela, así como otras de su edad y mujeres maduras sobrevivientes, habían perdido la razón, porque sólo emitían monosílabos y lloraban cuando escuchaban el ruido de los helicópteros que con frecuencia sobrevolaban el cielo de los Altos chiapanecos.
¡Muerte a las mujeres de Acteal!
¿Para qué eliminar a Mercedes, a María, a Marcela, a Verónica, a Pablina, a Roselina y a muchas, muchas más? ¿Sería debido a que llevaban en su interior el claustro materno que las convertía en hembras, madres, troquel y molde de un nuevo indígena rebelde, inconforme, aspirante a un futuro de justicia e igualdad para su etnia, al que tienen derecho, pero que el resto de mexicanos acremente les niegan por añejos prejuicios raciales de cinco siglos?
La sociedad mestiza mexicana ha vuelto la espalda y sigue viendo con indiferencia los dramáticos acontecimientos de Acteal y a otros similares. Por lo regular, para el ciudadano común (y el no común) el indígena no es “su semejante”, porque lo considera un ser inferior sin alguna cualidad que lo enaltezca y si lleno de defectos. A la llegada de los españoles fue considerado carente de alma; luego esclavo y peón, y cuando triunfaron los movimientos revolucionarios “de reivindicación social”, siguió en la misma cruel marginación de antes.
¿Por qué ese desprecio al indígena y a lo que él representa?
Por otro lado, si se desea encontrar una explicación a la política gubernamental indigenista tradicional, podría suponerse que corresponde a un “programa de exterminio”, el que, de cumplir sus expectativas hará que desparezca la población indígena del Sureste mexicano. Y si eso fuese un “exitoso plan piloto” ¿acaso se pondría en marcha en la lacandona, en la tarahumara y en otras zonas de población indígena del país, en donde el subsuelo guarda tesoros energéticos ambicionados por los poderosos grupos financieros nacionales e internacionales?
Pero esas maquiavélicas intenciones estarán condenadas al fracaso, porque el mundo indígena habrá de perfilarse (pese a los intereses en contra) hacia un promisorio devenir, dado que la mujer india posee ch’ulel: el alma indestructible con que los dioses de la antigüedad la dotaron, espíritu que en cada nacimiento transmite a un karem (niño), para que con ello surja una nueva generación indígena, que al integrarse al país, removerá las conciencias anquilosadas y retrógradas y en consecuencia sobrevenga el verdadero cambio de las estructuras sociales y políticas que requiere el México del futuro que ya es presente.

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Años después de aquel 22 de dicembre de 1997, regresé a Chiapas; en aquella ocasión, pasó frente a mi una ordenada hilera de indígenas ants (mujeres) Al observar a cada una de ellas, todas me parecieron iguales a Mercedes.
Estoy consciente que la Mercedes de este relato ya no existe; no obstante, se que es eterna, porque otras muchas han ocupado su lugar en los Altos de Chiapas. Además, puedo asegurar que la Meche de Acteal, de San Pedro Chenalhó, ahora camina con garbo y con la dignidad recuperada en las etéreas latitudes del winajel, el celestial mundo tzotzil.
Finalmente, me pregunto, ¿por qué no establecer el día 22 de diciembre como el “Día de la Mujer Mexicana”? O acaso, ¿aquellas mujeres indígenas masacradas no fueron mártires mexicanas?

LAS PARTURIENTAS EN EL ANTIGUO OCOTEPEC, MORELOS

FUENTES: Fray Bernardino e Sahagún y Códice de la Cruz Badiano
Por Jesús Pérez Uruñuela

Hace sesenta años (1940), los servicios médicos asistenciales no existían en la población de Ocotepec, Morelos. Las mujeres embarazadas carecían de orientación y atención prenatal, circunstancia que hacía de los partos una situación riesgosa de muerte tanto para la parturienta como para el feto.
Se dice que en aquel tiempo había tres parteras de edad avanzaba con alguna práctica, pero con un total desconocimiento de la higiene, la asepsia y la antisepsia, así como en las medidas médicas para atender los alumbramientos, los que –en consecuencia- ocurrían con abundantes hemorragias e infecciones purepurales, las cuales ocasionaban frecuentes fallecimientos.
Por ejemplo, cortaban el cordón umbilical con tijeras sin desinfectar, y lo ligaban con hilos usados por las costureras.
De acuerdo a Carlos Basauri en el estudio: “La Población indígena de México”: “Durante tres días seguidos, inmediatamente después del nacimiento, se presenta la partera y quema la herida umbilical con fierro calentado al rojo.”
La partera sugería -para acelerar el parto- que la mujer ingiriese un caldo de patas y cola de tlacuache o de cola de venado y que además bebiese cocimientos de manzanilla o hierbabuena para mitigar los dolores. Eso se proporcionaba entre rezos y responsos y con la quema de incienso y de estampas de santos. El cordón umbilical, si era de niña, se enterraba en el patio o en interior de la casa, porque ella siempre estaría en un lugar como ese. En el caso de los varoncitos, el cordón umbilical era colocado en la parte alta de un árbol, porque el niño debía tener una visión más amplia del mundo en que habría de vivir.
A continuación una breve descripción de lo que sobre los nacimientos relata Fray Bernardino de Sahagún en la Historia de las cosas de Nueva España, en los capítulos del XXIV al XXXIII:
Una vez que la recién casada “se sentía preñada, lo hacía del conocimiento de sus padres, quienes de inmediato aparejaban comida y bebida y flores olorosas y cañas de humo… invitaban a los padres de la muchacha y a los principales del pueblo… Después de haber comido y bebido, poníanse en medio de todos un viejo de parte del casado sentado en cuclillas…” Y procedía a decir un prolongado parlamento en el cual refería la magnificencia de los dioses y la humildad del ser humano. “Los dioses –explicaba-- quieren poner dentro (de la embarazada) una piedra preciosas y una pluma rica, porque ya está preñada la mozuela; y parece que nuestro señor ha puesto dentro de ella una criatura…”
Entonces, otros dos oradores “hacían uso de la palabra” para saludar a los familiares de los jóvenes casados y otra persona hacía largas y repetitivas reflexiones sobre la vida, la muerte y el acontecer futuro.
Posteriormente, hablaban la preñada, el esposo, los padres, los abuelos, los suegros, y otros más.
En el séptimo mes del embarazo, volvían a reunirse los familiares de los cónyuges, quienes entre bocados y tragos acordaban qué partera habría de atender el alumbramiento.
Cercano el día del parto, a “la experta” seleccionada se le pedían sus servicios. Antes de decidir, ella invocaba a Yoaticuhtli (diosa de las medicinas y de los médicos) quien sabía qué había en el vientre de la muchacha: hembra o varón. Además, con alardes de modestia y humildad, daba una serie de largas explicaciones: -“¿Por qué fui seleccionada para atender la llegada de un niño, si existen otras mujeres más jóvenes y expertas que yo, quien soy torpe y poco capaz…?”
La madre de la embarazada, respondía que se había elegido la mejor de todas la parteras del mundo y con ello se iniciaba la atención del parto.
Primeramente, la parturienta era introducida a un baño de temaxcalli. Ahí, la partera palpaba el abultado vientre para poner en posición correcta el “producto” y afuera del baño continuaba con ese tratamiento.
En el tiempo de espera, la partera daba una serie de consejos a la parturienta:
No comer tzictli (chicle, goma masticable de color negro) porque el bebé podría nacer con las encías endurecidas y no se le facilitaría mamar leche del pecho; que no mirase lo colorado; que no ayunase y que no comiese tierra o tizal (yeso). Asimismo, se aconsejaba abstinencia sexual, porque el semen del varón –aseguraban- se vuelve viscoso y pegajoso y el ser ya formado no puede salir y morirá adentro de la madre y ella también.
Otras recomendaciones eran: que la parturienta que no tuviese tristezas, que no trabajara mucho, pero que tampoco presumiera de poco diligente, ni que levantara cosas pesadas y finalmente, se sugería a los familiares que no le provocaran enojos y que le diesen lo que se le antojara, y sobre todo proporcionaran a la “mozuela preñadita” cariño y cuidados.
Llegado el día, la partera, en compañía de otras auxiliares alimentaba y bañaba a la joven. Luego, le daba de beber una infusión de la hierba cihuapactli molida “que tiene la virtud de empujar hacia fuera la criatura”.
De haber fuertes dolores, se le daba de beber” un brebaje con media cola del animal llamado “tlacuatzin” (tlacuache). Si la infusión no daba los resultados previstos, se suponía que la mujer habría de morir y se le exhortaba a que actuara como “mujer varonil”: fuerte y valiente.
Si después de un tiempo de baños y oraciones, la partera veía que el bebe no se movía, porque estaba muerto, con habilidad “metía la mano por el lugar de la gestación a la placenta, y con una navaja de piedra cortaba el cuerpo de la criatura y lo sacaba a pedazos”
Cuando el parto era exitoso, la partera daba los estridentes gritos de los guerreros en combate, lo cual significaba que la madre había vencido “varonilmente” y que después de “arduo combate” tenía “aprisionado” un niño, a quien decía emocionada: -“¡Sois muy bien llegado hijo mío muy amado…!”
Si era hembra gritaba: “¡Señora mía, muy amada seaís…!”
A ambos recién nacidos les refería las fatigas y responsabilidades de su vida futura. Finalmente cortaba con una navaja de pedernal el ombligo. El perteneciente a la mujercita, lo ponía a secar y lo enterraba en un rincón de la casa. En el caso del varoncito, le pronosticaba un glorioso futuro guerrero que dedicaría su vida en honor del Sol (fuente de vida) y su ombligo era enviado a que fuese sembrado en un campo de batalla.
Posteriormente, al bañar la criatura recién nacida, se invocaba a Chalchihuitlicue, diosa de las aguas y mares, “la del falderín turquesa” para que apartara de su cuerpecito la inmundicia y suciedad sexual recibida de sus padres, así como que limpiara su corazón de las malas costumbres. Eso, era un equivalente del Sacramento del Bautismo Cristiano.
Asimismo, la partera daba “el agua a gustar a la criatura y también le tocaba el pecho con ella y el cerebro de la cabeza a manera de cuando se pone el óleo y crisma a los niños…”
Un comentario adicional:
El uso de los brebajes del TLACUACHE para facilitar los partos en el Ocotepec del siglo pasado, fue herencia de la medicina prehispánica. Eso quedó demostrado con lo que Sahagún relata en su “Historia”.
Además, el médico empírico y profesor del Colegio de Santa Cruz de Tlaltelolco Martín de la Cruz, en 1552 (recién dominada la Gran Tenochtitlan), elaboró un manuscrito en náhuatl, el que luego de ser traducido al latín, se nominó: LIBELLUS DE MEDICIALIBUS IN DORUM HERBIS. Entre las múltiples recetas que contiene, una de ellas es un REMEDIO PARA LA PARTURIENTA. En el CAPÍTULO UNDÉCIMO, página 81, se lee:
“Cuando una mujer tiene dificultad para eliminar el feto, o simplemente, para facilitar el parto, beba un medicamento hecho de corteza de árbol `cuauhalahuac` y de la hierba `cihuapahtli` molidas en agua, con una piedra que se llama ‘eztetl` y la cola del animalillo que se llama `tlacuatzin`. En tanto ha de llevar la hierba `lanextia`. Quémese pelos y huesos de mono, un ala de águila, un poco de árbol `quetzalhuexotl`, cuero de venado, hiel de gallo, hiel de liebre y cebollas desecadas al sol. Se agrega a todo eso sal, un fruto llamado ´nochtli` y `octli...Coma carne de zorra y cuélguese del hombro una esmeralda muy verde al igual que una perla, también muy verde...
También puede beber un preparado en pulque, de caca molida de halcón y de pato y un poco de cola de `tlacuatzin`. El pulque ha de ser dulce...
Báñese la vulva con líquido preparado con tallos de `xaltomatl`, cola de `tlacuatzin` y hojas de `cihuapahtli`, molidas...
También muélase en agua la cola de `tlacuatzin` y la hierba `cihapahtli` y aplícalo con un clisterio en el vientre para lavarlo y purgarlo.

DEFINICIONES:
Cuauhalahuac.- Árbol resbaloso (cuauhtli-yauhtli). En Morelos árbol del género HELIOCARPUS, especialmente TEREBINTHINACEUS.
Cihuapahtli.- “Medicina de mujer” (cihuatl-pahtli), también llamado “zoopatli” que tiene los radios blancos..
Quetzalhuetxotl.- Sauce fino o muy verde (quetzalli-huexotl)
Nochtli.- Tuna, fruto del nopal
Octli.- Pulque.
Tlacuatzin.- Tlacuache (Tlacual), mamífero marsupial, referido en forma reverencial con el “tzin”
Xaltomatl.- Tomate de arena (xalli-tomatl)

LAS NAVIDADES DE "ROGERMOTA"


Por Jesús Pérez uruñuela

La ciudad de México lucía sus mejores galas, decorada con enormes árboles navideños de multicolores luces y piñatas, monos de nieve, gnomos y otros alegres y lustrosos motivos própios de las festividades decembrinas .
Era la Noche Buena.
Las principales avenidas seguían con el lento tránsito de vehículos, en tanto que en el centro de la metrópoli, un sinúmero de personas contemplaban embelezadas los aparadores comerciales; luego, entraban a esos sitios, para después de transcurrido un tiempo salir presurosas y nerviosas con abultados paquetes.
-¡Te dije que no dejáramos para última hora la compra de los regalos de nuestro hijo –reclamó un señor a su mujer al caminar por una de las aceras de la calle 16 de Septiembre del Centro Histórico de la ciudad.
Indiferente a la queja, la dama cargada de bolsas, se detuvo ante una vitrina con atractivos y refulgentes artículos de joyería y exclamó:
-¡Mira amor mío...! ¡Mira! ¡Ahí está el juego de collar, aretes y pulsera de esmeraldas que no encontramos durante la semana y que me prometiste para esta navidad...!
-¡Por favor vida mía, debemos apurarnos…! Recuerda que dejamos a “junior” con la sirvienta y eso me tiene preocupado; además, tenemos invitados a “la cena” –replicó el galán, a lo que su esposa con fingida expresión de desencanto respondió:
-¡Ay cielito mío, tú me prometiste regalarme ese juego de esmeraldas para lucirlo hoy...! ¿Acaso quieres que esta noche sea la más triste de mi vida?
-Claro que no amorcito, pero... ¡Está bien, vamos por ellos!
Y aquella pareja se perdió entre los numerosos clientes que eran atendidos por exhaustas y fastidiadas vendedoras.

A medida que la noche avanzó, en los bulevares disminuyó la circulación de vehículos hasta quedar vacíos y las tiendas fueron abandonadas por los compradores y luego las cerraron.
El “primer cuadro” de la ciudad quedó desierto; allá, sólo se escuchaba el golpeteo de los pasos de un joven llamado Rogelio.
Era él un joven, quien aún de rebasar los veinte años, aparentaba ser adolescente.
Por su afición a los enervantes, en los lomeríos y cuevas de la “Gustavo A. Madero”, a Rogelio se le conocía con el apodo de Rogermota.
Aquella noche, lo acompañaba, “Michel”, una perra, la que -pese a su desconocida ascendencia- aún conservaba las características francesas de su raza Basset Artesiano Normando: “de tamaño medio; vivaracha de pelaje duro y largo, color negro en el lomo y marrón fuego en el resto del cuerpo, salvo las extremidades y almohadilladas patas, así como el pecho y el cuello que eran blancos. Sobre todo, una vigorosa perrita, la que al desplazarse, con porte airoso, valseaba su cola, blanca también en su extremo.
Rogermota dejó atrás el solitario centro de la ciudad; pasó a un costado de los conjuntos habitacionales Nonoalco-Tlaletelolco y cuando vio próximos los altos puentes de concreto que se elevaban a la misma altura que los edificios, dijo con entusiasmo:
-¡Órale Michel ya estamos en nuestra “house”.
La perra, volvió su melancólica mirada hacia su “amo” y emprendió tan febril carrera que sus largas orejas se alzaban y caían, como frustradas alas que no lograban hacerla volar.
Atrás de Michel también Rogermota trotaba y en la penumbra se dibujaba una prolongada y “espirititifláutica” silueta que en largos brincos perseguía a un alargado cuerpecito que avanzaba sobre el pavimento con casi imperceptibles acelerados movimientos de sus patas.
-¡Hola familia, Merry Chrismas to you! -dijo con sofocada voz Rogelio al estar bajo el añorado ”paso a desnivel del circuito interior”.
Junto a uno de las monumentales columnas que sostenían aquel puente, envueltos en viejos y sucios trapos y papel periódico, tres chiquillos se apretujaban en el suelo. Permanecieron indiferentes al eufórico saludo de Rogelio, quien volvió a saludarlos, en tanto que Michel ladraba y meneaba la cola amigablemente.
-¿Qué onda “family”, por qué tanto “aguite”? ¿Acaso se olvidaron que hoy es la gran noche en que nació el “Niño Dios” y todos los “chavos” recibirán hartos regalos…?
-¡Cállate buey y ya déjanos “getear” –se oyó una ronca voz como respuesta.
-¡Bola de descreídos! ¡Miren lo que les he traído...! Y sacó del morral que llevaba colgado al hombro un envoltorio de papel, que al abriirlo, expandió un olor a cilantro y cebolla, por lo que los pequeños de inmediato se pusieron de pie y brincaron alrededor de Rogelio. Este, en broma alzó el aromático paquete para que quedara fuera del alcance de los entusiasmados chicos.
-¡Solamente cuando les traigo “tacos al pastor” me “pelan”... ¿Verdad?
Rogelio reía y colocó sobre una lámina los apetecibles “antojitos”, los cuales con prontitud fueron tomados por los hambrientos infantes y empezaron a devorarlos con avidez Contempló con una mezcla de nostálgica alegría aquella desenfrenada comilona. Recordó la ocasión en que –en la más tierna infancia- su madre, en compañia de uno de sus “novios en turno” lo llevó a la feria de Chapultepec, en donde lo agasajaron con el acceso a los juegos que solicitó, así como con un elote con crema, con refrescos y con golosinas a su gusto. Después trató de traer a su memoria otra ocasión igual de agradable, pero solo arribaron a su mente regaños, increpaciones y sádicos maltratos.
En ese atropellado surgimiento de reminicencias, el adolescente pensamiento de Roger, retrocedió a las frecuentes agresiones físicas de otro “ocasional” acompañante de su mamá. Una noche, harto de aquel infierno familiar y en carácter de resarcimiento de tantas vejaciones acumuladas, cuando el malvado amante materno dormía “la borrachera”, el infantil Rogelio lo golpeó con un leño hasta casi matarlo.
Huyó de su casa y a partír de entonces se transformó en Rogermota por llevar una tormentosa vida en reclusorios para menores y por los tratamientos rehabilitadores de su drogadicción. Nada de ello logró que reorientara su torcido camino.
Lo único que lo hizo moderar su indebido comportamiento, fue el sentirse responsable de aquellos tres desamparados niños que en el transcurso de ese año permanecían con él y lo seguían como su protector.
-Gracias Roger –dijo Pirinolo, uno de los dos gemelos de ocho años, a quienes dos meses antes, una madrugada los encontró dormidos debajo de una banca de la “Alameda Central”.
-¿Verdad que estuvo “de poca” la cena, Piriniolito?
-¡Bien suave, mi Roger!
-Y a ti Chato, ¿qué te pareció la taquiza? –Se dirigió al otro mellizo, que plácidamente había regresado a acostarse entre los andrajos y papeles.
-Las he comido de más “catego” en otros lugares- Contestó el “cuate” con sorna.
-¿Qué “jais” con “los de pastor mi Macuca”...? ¿No te pasaron...?–preguntó a la más pequeña del grupo, una niña de siete años, de piel clara, pelo rubio enrisado, quien estaba sentada y a su lado en el suelo dos tacos completos y uno a medio comer.
-“Sepa” qué le pasa –aclaró el gemelo Pirinolo- desde esta mañana anda así, como si le hubieran hecho “mal de ojo”, porque no come y sólo quiere estar acostadota...
-A ver por qué está triste mi Macuquita –dijo con melosidad Rogelio. Se sentó junto a ella y al tomarle la cabeza para acercarla a su pecho, comentó sorprendido:
-¡Híjole “guereja” estás ardiendo en calentura. Y con actitud recriminatoria dijo a los gemelos: -¡Par de mulas…! ¿por qué no me avisaron que la Macuca estaba enferma?
-¿A qué hora quieres que te lo dijéramos, si en todo el pinche día no hemos visto tu “geta” –Respondió indignado el Chato.
Rogelio nada comentó; sin embargo, murmuraba para sí mismo: -¿Qué chingaos haré...? ¡Ya sé..! ¡La Cruz Roja!
Sin pensarlo, después de comunicar a los gemelos que luego regresaría y pedirles que no se movieran de ahí, presuroso salió con Macuca en los brazos, seguido de Michel la inseparable perra francesa.
Debido a la alta temperatura de la niña, así como a la incoherencia de su delirio y al abundante sudor, las enferemeras de la clínica sugirieron a Rogelio que la dejase interna, para que la viese el médico de guardia del siguiente día, porque el doctor que le correspondía atender las emergencias de esa noche se había ido a su casa a “pasar la Noche Buena”.
Por no disponer de una mejor opción el joven Rogelio accedió a la recomendación de dejar internada a “su carnalita”, como también nombraba a Macuca, no sin antes suplicar que le diesen algo para bajarle la temperatura.
De regreso, apesadumbrado caminó por desoladas calles, entre edificios con los interiores iluminados por intermitentes luces colocadas en pinos y coronas de verde ramaje. De adentro, se escuchaba el tintineo de cristales, el golpeteo de los cubiertos en las vajillas, así como las risas y parlamentos de quienes con alegría disfrutaban la célebre festividad decembrina.
En la distancia vio las elevadas construcciones de paso de vehículos y sintió que su corazón latía con mayor intensidad y comentó a su canina acompañante:
-¡Adelántate Michel, para que digas a “los gemelos” que harto los queremos porque son nuestra familia y que mañana iremos a la clínica por la Macuquita y así estaremos de nuevo todos juntos ...!
La perra, como era su costumbre se adelantó y ya abajo del puente, comenzó a ladrar con insistencia, lo cual preocupó a Rogelio quien aceleró el paso. Al llegar a la gran columna del paso a desnivel, observó que los gemelos no estaban. Los sucios trapos y papel periódico, se veían desperdigados ´por el suelo.
Rogelio recorrió los lugares aledaños con un insistente grito:
-¡Pirinolo, Chato...!
Fue una búsqueda infructuosa,
Sentado bajo el puente de concreto, sobre el cual algunos vehículos comenzaban a transitar, con notorio desconcierto, se preguntaba: -¿Qué carajos pasó...? ¿A dónde fueron mis “cuatitos”?
En ese instante, una figura femenina se apareció frente a Rogermota, cuando éste aspiraba con fuerza una bolsa de plástico con “tiner” adentro.
Después de repetir la inhalante acción, se percató de la presencia de la dama, a quien saludó con familiaridad:
-¿Quibo “madama”, ¿qué “busines” te trae por mi “cantón”?
-Hola Rogelio, veo que sigues absorbiendo “esa porquería”; pensé que ya la habías abandonado -se escuchó la dulce voz de la recién llegada y añadió: -Sabes bien que después de la “Noche Buena” siempre vengo a visitarte...
-¡Sí, lo recuerdo...! Y ya que está aquí, díme… ¿para qué soy bueno?
-Contigo no traigo ningún asunto; pasaba por aquí cerca y díjeme: visitaré al buen Rogelio... ¿Acaso no somos amigos?
-¿Amigos..? ¡La madre!
-¿No te lo demostré en aquella ocasión en que estabas congestionado por la excesiva cantidad de pastillas que tomaste, que hasta los doctores dijeron que de hecho ya estabas... muerto?
-¡“Favorcito” que me hiciste…!
-Y cuando te arrojaste de la azotea del edificio de tres pisos, ¿quién evitó que te rompieras el cuello?
-¿Por qué metiste las narices en algo que debió “valerte...”?
-Eres igual a miles y miles de jóvenes, quienes como tú, reniegan de su existencia autodestruyéndose con enervantes. ¡Pareciera que fuesen dueños de su propia vida!
-¿Y no lo somos?
-¡No muchacho, no! ¡Ni el nacer, ni el morir es elección de ustedes!
Durante un largo lapso, aquella dama presentó argumentos para hacer recapacitar a “su amigo” y convencerlo de la absurda actitud de las personas que desperdician el tiempo en degradar su autoestima, a lo cual, Rogelio únicamente resondió:
-¿Y para qué fregos sirve un “escoria” como yo: vicioso, inútil, parásito, bueno para una chin... muy enfermo y podrido por dentro; además, solo como la “cochina soledad”. Sabes que perdí mis gemelitos, a quienes seguramente los “cargó” la “poli” para entregarlos a sus padres. Esos cabrones, desde hace días los buscan cerca de aquí para llevarlos a la “Gustavo” de “payasitos” o de “vende-chicles” callejeros y así explotarlos. Además… ¡“mi risitos de oro”... mi Macuquita…! ahorita ya debe estar en agonía; o sea, soy “puro cuento”, “un vale madre” .
Y sin poder contener la congoja, comenzó a llorar.
La luz del arbotante caía sobre la enigmática dama. Era ella de esbelto talle, cubierta con un manto color negro, que casi rozaba el suelo. En su pálido rostro, los ojos parecían tener una infinita profundidad, un abismo insondable, en el cual se alternaban la penumbra y la oscuridad total. De repente, una leve sonrisa adornó los delgados labios de “la madama” y de un destello de luz se impregnó su mirar.
-Es la primera vez aque te veo así –dijo con ternura a Rogelio- y me place que te hagas esa reconsideración. Para que compruebes que soy tu amiga y veas que te aprecio, te revelaré algo, que a ninguna otra persona he contado. Yo te conozco de siempre, porque cuando naciste, ahí estuve y desde entonces, aunque no me vieras te he acompañado: constantemente he estado contigo. En aquellos dos sucesos en que atentaste contra tu vida, indebidamente yo intervine para evitarlos...
-¿Tú...? ¿La Muerte…? ¿Quien nos lleva al “pozo”, salvó mi vida? ¡No “manches”!
-¡Así es... bien sabes que soy... LA MUERTE, y aunque lo dudes, yo evité que te suicidaras!
-¿Por qué lo hiciste si esa no es “tu onda”?
-No sabes, pero el morir es una parte de eso que también se llama VIDA y a mi me ha tocado ser el elemento impresindible en el momento en que el ser humano fallece y por ello se piensa que soy mala y nociva. Ese es un concepto equivocado, debido a que tan buena y necesaria es la vida, como lo es la muerte. Pero sucede que el hombre en su soberbia pretende ser eterno sobre la Tierra, lo cual es imposible.
¡Ahorita llevame contigo ...! ¡Házme ese ”paro” como “sister”! ¿No? -imploró Rogermota.
-Así será cuando tengas que ir conmigo y para eso falta tiempo, porque tienes un destino que cumplir...
-¿Yo...? ¡Por favor... ora si “te pasate”!
-Luego comprenderás el significado de mis palabras. Adentro de ti, en lo más profundo de tu ser, donde guardas grandes odios, rencores y frustaciones, sin percatarte ha brotado la semilla del amor, ese sentimiento que has desbordado en los gemelos y en Macuca... ¡Permite que esa “semillita” crezca y florezca para que salgan de ti las perniciosas emociones y te transformes en alguien más grande y útil a tus semejantes. Entonces, vendré por ti y no te importará dejar este mundo porque te sentirás satisfecho de tu existencia y me acompañarás al “más allá”, a la ignota “eternidad” .
-Ahora, me retiro, porque tengo que ir por el alma de una pequeña criatura que falleció. –Agregó la siniestra señora.
-¿Se trata de... mi “Macuquita”...? –preguntó Rogelio temeroso.
-¡No... ella está a salvo! Debo ir por un niñito que se ahogó en la piscina de su lujosa residencia... Uno de esos casos de descuido de la sirvienta y desatención de los padres que más que su cuidado les importó andar de compras de joyas y otros artículos satisfactores de la vanidad humana.
-Respecto a “tu ricitos de oro”, sucedió que “inexplicablemente” el médico que anoche le correspondía estar de guardia en la Cruz Roja y que fue a su casa a disfrutar de la cena de “Noche Buena”, de repente se levantó de la mesa y aún cuando sus familiares le deían: -“quédate, no te vayas, espera que amanezca...”, él les respondía insistentemente: -“¡debo ir a la clínica con prontitud, porque si no, presiento que la MUERTE vendrá a llevarme...!” Y con oportunidad llegó para atender a “tu adorada criatura”, quien mañana entrará a una “casa hogar” para ser cuidada en forma correcta y donde convivirá con el Pirinolo y el Chato los gemelitos, quienes por cierto ya están allá. A los padres de ellos no les interesó recuperarlos.
Cuando lo desees podrás visitarlos.
Rogelio, con le rostro bañado por las lágrimas abrazado de Michel, le dijo:
-¡Oye “amigocha”, “me cai” que ésta sí te la debo...!
Y la señora caminó por debajo de los puentes y de repente desapareció.
O O O
Pasaron poco más de diez años durante los cuales Rogelio se dedicó a recoger niños de las calles y a promover la creación de un lugar que les proporcionase casa, comida y educación.
Mientras tanto la insaciable ciudad invadió los terrenos baldíos periféricos y aparecierom nuevas desordenadas zonas habitacionales y modernas vías urbanas de comunicación: elevados puentes para agilizar la circulación vehicular. También allá llegaron las festividades navideñas.
Sucedió que una “Noche buena”, frente a una modesta casa, próxima a uno de esos espantosos “volados de concreto” un grupo de niños, después de ver que la “apaleada” piñata de siete puntas y vivos colores, cayó al suelo, se avalanzaron sobre las abundantes frutas y colaciones que de ella brotaron.
Dos jóvenes gemelos con rasgos faciales y corpóreos semejantes, se mezclaban entre la chiquillada, Otra jovencita de pelo rubio y enrisado, observaba sonriendo junto a una manta pintada, fijada a la pared, la cual tenía de texto:

ESCUELA Y CASA HOGAR INFANTIL “ROGERMOTA”
¡Rogelio, hoy te recordamos a un año de tu fallecimiento!

-¡Ey Profesora Macuca- gritó uno de los mellizos- empecemos a organizar “la chaviza” para “cargar los peregrinos y pedir posada”, en tanto que el Pirinolo se pone a preparar los “tacos al pastor”...!
A distancia, desde abajo del “paso a desnivel” una imperceptible, alargada y “espirititifláutica” imagen, le decía a otra etérea presencia canina:
-Ora si, mi querida Michel, ya podemos ir a nuestra nueva “house”, pero “echémosle velocidad” para “caerle en definitiva a la “Madama” quien ya debe estar esperándonos…