"Calumniad, calumniad, que algo quedará" Bacon
Por Jesús Pérez Uruñuela
Por Jesús Pérez Uruñuela
En un pueblo del Estado de México, todos los sábados por la tarde, se reunían los cuatro amigos. En cada ocasión, uno de ellos, recibía en su casa a los otros tres; les ofrecía bebidas y bocadillos y debía -sin protestar- soportar las bromas que le hiciesen sus visitantes. Ellos eran un diputado, un doctor y dos hermanos gemelos dedicados al comercio. Ese sábado, le correspondió al primero recibir a sus entrañables amistades.
Se conocieron cuando fueron condiscípulos en las escuelas primaria y secundaria y desde entonces mantuvieron una sólida y constante relación. Posteriormente, aunque los estudios superiores y las actividades profesionales los separaron, el apego sentimental se conservó e inclusive se acrecentó por su afición y pasión por el juego del dominó, así como por la obsesiva actitud de compartir bromas entre ellos, lo cual, personas extrañas clasificaban como un muy especial y excesivo sentido del humor.
El doctor, de ascendencia hispana, era una persona delgada y alta estatura, con pronunciada calvicie y rostro enjuto y siniestro, le llamaban sus tres amigos: “Momio”. También le adjudicaban ser un dentista que realizaba “asombrosas curaciones”, las cuales –según ellos- dejaban a sus pacientes “con la boca abierta”. . . ¡por asombro al conocer sus honorarios!
Los obesos gemelos “Chicho” y “Checho”, también con ascendencia hispana, eran famosos en la región por “ahorrativos en asuntos monetarios”. Sólo uno de ellos era casado, lo cual se prestaba para que el doctor y el diputado los “chancearan” diciendo que en esa situación, podían compartir una misma mujer, sin que ella se percatase del engaño (por el gran parecido de ambos). Además, se les imputaba que así se habían ahorrado una boda, una suegra y los respectivos cuñados.
Quien en aquella ocasión fungiría como anfitrión, tenía aspecto opuesto a los otros tres: pesada negra cabellera, rostro lampiño y oscura piel morena, características que denotaban su origen indígena, por lo que era conocido como el “Diputado azteca”. Por su manera insidiosa de ser era llamado la “Ponzoña azteca”, el “Diputado perfidia”, el “Macehual venenoso” y otras denominaciones semejantes.
Se distinguía por la agudeza e ironía con que atacaba a sus contrincantes y enemigos políticos. No sin razón se le temía por el veneno que destilaba en sus palabras, no sólo en la “Cámara”, sino también en los más intrascendentes conflictos cotidianos.
El doctor y los gemelos achacaban (en broma) al diputado que había enviudado dos veces, debido a que sus esposas murieron envenenadas (la noche de bodas) con la saliva del primer beso que les dio. . .
En la reunión del sábado, el tema central de conversación de los cuatro amigos, fueron los acontecimientos políticos de la semana que afectaron la carrera del señor diputado:
En fechas pasadas, el Comité Ejecutivo de su partido político, realizó la reunión estatal para la designación del candidato al Senado de la República. Según acuerdo previo, el “diputado azteca” era “el bueno, el amarrado” para tal postulación. Sin embargo, en el momento crucial de la reunión, el Delegado Estatal de dicho partido, propuso a otra persona. Con ira el “Señor perfidias” presentó su reclamación. Como respuesta, el Delegado le refirió:
-Perdóname compadre, tú sabes bien como son estas cosas. Hoy en la mañana, recibí “de arriba” una llamada telefónica, en la cual me cambiaron la jugada. Personalmente habló “El Lic”. Además, me expresó: -“dile a ‘mi hermano’ el diputado, que para él, hay otros planes. . .” Y ni modo, ¡hay que disciplinarse!
El diputado nunca aceptó ni creyó en la explicación recibida, por ello, desde entonces guardó un profundo resentimiento y odio hacia el Delegado.
Aquel sábado, el doctor y los gemelos llegaron con puntualidad a la casa de su amigo, que afectuosamente (como siempre) los aguardaba a la entrada de su residencia. Pasaron a un cuarto, adaptado especialmente como “salón bar”, para jugar al dominó y a charlar, con el disfrute adicional de beber un buen vino y saborear ricas botanas.
El mencionado “salón bar” estaba acondicionado con el mobiliario y ambientación de una cantina: a la entrada, puertas de persiana. Adentro, entre otros muebles y objetos, una barra mostrador; espejos y anuncios luminosos con alusiones publicitarias a cervezas y vinos; así como con mesas equipadas en la parte superior de las patas con un accesorio para ahí colocar los ceniceros, vasos y envases, a fin de que no estorbaran sobre la carpeta al manejar las fichas del dominó.
Sin mayores preámbulos, los cuatro amigos se sentaron y uno de los gemelos revolvió las fichas para que cada quien tomase las siete que les correspondía.
El doctor, que en esa ocasión hizo pareja con el diputado, colocó con fuerza y ruido en el centro de la mesa la primera ficha con “doble seis” y dijo: -“la mula mayor para cuatro mulas que aquí estamos”.
El tiempo pasó. Varias “manos” se realizaron con “cierres sorpresivos, “zapatos” y “ahorcamientos”. Obviamente, no faltaron las inculpaciones mutuas y las exageradas manifestaciones triunfalistas, así como otros incidentes propios de apasionado juego de las fichas blancas y negras. Posteriormente, surgió la pregunta obligada que daría inicio a la gran guasa de la reunión sabatina:
- Oye mi querido diputado –dijo Checho, uno de los mellizos- ¿qué nuevas tienes de tu respetado y nunca bien ponderado amigo, el señor Delegado Estatal del Partido. . .?
-Desde hace rato esperaba esa “jodedora” pregunta –reclamó el diputado.
-No es intención de mi hermano molestarte, solamente pretende establecer una agradable conversación contigo – intervino Chicho el otro gemelo con aparente seriedad, mientras el médico esbozaba una maliciosa sonrisa.
-Muy bien sé cuál es la intención de ustedes, par de promiscuos degenerados- replicó nuevamente el agredido y añadió:
-Si desean oír una vez más lo que pienso de ese traidor, poco hombre y “chaquetero”, les daré gusto. Pero conste. . . lo haré sin apasionamiento y diré la pura y fría verdad:
-Aquí entre nosotros, ese “rajón” le entra a la droga, porque, desde hace tiempo anda como orate: un día se compromete a algo y después se desdice, como lo hizo conmigo. Para mí. . . y pienso que están de acuerdo conmigo, ¡es moto! – afirmó categóricamente el “macehual venenoso” y se levantó para ir a la “barra de cantina” ubicada en una esquina del “salón bar”, sin dejar de vociferar en contra del Delegado Estatal del Partido.
El médico dentista y los hermanos intercambiaban pícaras miradas, en tanto escuchaban la agresiva filípica:
-Sepan ustedes – prosiguió - “al que obra mal, se le pudre. . .” Por ello, pronto verán cómo le irá a ese desgraciado. Por principio de cuentas, en estos días se sabrá públicamente que su mujer lo engaña con el comandante de policía. . . ¡Pobre mandilón, es el perfecto cornudo y no lo sabe. . . ja, ja, ja. . . Por otro lado, ¡la que se le va a armar cuando salgan a la luz los trinquetes que ha hecho con los presupuestos que han asignado para el pago de la propaganda del “Partido”. . .!
Destilaba perfidia y ponzoña en las explicaciones sobre sus rencores políticos, a sabiendas que eso les divertía a sus huéspedes. Sin dejar de hablar, metió la mano en una caja de cartón para sacar una botella. . .
-Y si eso fuera poco. . . continuó con su tóxico parlamento- algunos mal intencionados dicen. . . pero a mí no me consta que. . . la otra noche. . .
Con un grito de: -¡Ah jijo!- interrumpió los agrios comentarios.
Los compañeros voltearon a verlo. Traía en la mano un alacrán, el que le clavaba insistentemente el aguijón. Al sacudirla con fuerza, el bicho cayó. El diputado, con manifiesto asombro retrocedió y en esa acción, resbaló y se desplomó con su voluminosa humanidad.
Con presteza, los tres amigos acudieron a donde había caído. El doctor ordenó con energía:
- ¡No lo muevan. . .! ¡Apártense. . .! ¡No le roben el aire, y por favor guarden serenidad y silencio!
Con voz suave también sugirió:
-Quieto, no te muevas ni te asustes y trata de calmarte. Posiblemente empezarás a sentir un adormecimiento o un cosquilleo; eso es normal, porque el veneno circula por la corriente sanguínea. Si te alteras y te pones nervioso, el efecto negativo será mayor. ¡Tranquilo, tranquilo. . .!
El doctor, con la vista en su reloj calculaba el ritmo cardíaco. Y decía: -Siento el alocado palpitar del corazón. . . Después comentó: -ahora me preocupa lo acelerado de la respiración. . .
Alguien sugirió: -Por qué no solicitamos una ambulancia para llevarlo al hospital. . .
-No lo creo conveniente –respondió con autoridad el médico- porque el veneno recibido es de los más agresivos que existen. Al moverlo, podríamos acelerar en su organismo el proceso de difusión de la toxicidad. Además, el hospital está muy lejos. Tendremos que enfrentar aquí la difícil situación. Por lo pronto, apliquémosle primeros auxilios.
-¡Tu ayúdame! – indicó a Chicho, uno de los dos hermanos. -Después que yo le haga masaje en las áreas del pulmón y del corazón, le proporcionas respiración artificial. . .
- ¿A él, de boca a boca. . .? ¡Puf, que asco, ya arroja espuma! – replicó el gemelo.
- Si tu no quieres colaborar, entonces que sea Checho tu hermano el que le limpie la baba, efecto de la hipersalivación y me ayude – ordenó el galeno al referirse al otro cuate, quien no muy convencido accedió.
Ambos se hincaron. El doctor, con las manos juntas, presionó sobre el centro del pecho: -uno, dos, tres... ¡Ahora!- Y el improvisado “socorrista”, sopló con fuerza una y otra vez.
-¡Va de nuevo. . .! ¡Uno, dos, tres, cuatro. . .! ¡Dale respiración. . .!
La situación había adquirido angustiantes matices, pues aún cuando el proceso de masaje y respiración artificial se repitió en innumerables ocasiones, el efecto esperado no se lograba. Los síntomas de un desenlace fatal, se presentaban con todo dramatismo.
-¡Rayos! – Expresó con desesperación el atribulado médico- -El veneno ha afectado el ritmo cardiovascular y ya se presentan los primeros síntomas de edema pulmonar, pues tiene notables convulsiones cada vez más vigorosas. ¡Maldita sea, se nos va. . .!
Chicho el gemelo que se había negado a colaborar, expresó con coraje: -¡No! ¡Debemos evitarlo! -Luego se agachó y con alocado tesón procedió a darle masaje en el área del corazón mientras suplicaba: -¡No te mueras. . .! ¡Por favor, Dios mío, no te lo lleves. . .!
Mientras el otro hermano contemplaba la escena seriamente afectado, el doctor se aproximó a quien de hinojos imploraba y con ternura le puso la mano sobre el hombro, al tiempo que con una voz que parecía salida de ultratumba, anunció el terrible desenlace:
- Es inútil hacer algo más, tuvo un paro cardíaco; todo ha terminado: ¡ha muerto y descansa en paz!
En silencio y con solemne lentitud, los tres amigos se alejaron sin dar la espalda y sin dejar de ver el inerte cuerpo. Callados y con manifiesta señal de abatimiento, se sentaron frente a la mesa de juego, sobre la cual, permanecían las fichas del dominó.
Continuos y estridentes aplausos y una ronca voz rompió el silencio:
-¡Bravo, bravo, excelente actuación! – aclamaba y palmoteaba el diputado (más vivo y sano que nunca) sentado en la cuarta silla, frente a sus tres amigos. Tenía un paliacate amarrado en la muñeca del brazo como torniquete y sostenía entre los dientes un cigarro habano recién encendido. Sin dejar de reír mencionó:
¡Buena burla hicieron de mí al escenificar que salvaban del envenenamiento al “pinche” alacrán que me picó y que pisé antes de caer al suelo! ¡Vamos, paren su show y continuemos con la jugada!
¡Híjole que horrible agonía tuvo el escorpión – volvió a la carga el doctor con fingida seriedad, al tiempo que los gemelos se desternillaban de risa. Y añadió –“eso que el pobre animalito te picó en la mano, mi buen diputado. . . ¿Qué tal si lo hubiera hecho en tu lengua. . .? ¡Seguramente caería fulminado por muerte instantánea!
Unido al concierto de carcajadas, el diputado dijo:
- No sé de dónde han sacado que soy venenoso. ¡Cómo les gusta a ustedes trío de “gachupines” levantarme falsos. . .! ¡Ándale Momio, macabro médico, haz la sopa con las fichas y juguemos! Mientras tanto, déjenme acabar de contarles lo que las malas lenguas dicen del demente Delegado Estatal del Partido, que por cierto, además de “chaquetero”, “cornudo” y drogadicto. . . ¡es maricón! No me lo van a creer, pero. . . se rumora que la otra noche, lo vieron salir de un motel, acompañado nada más y nada menos. . . que del homosexual de su secretario. . .
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