jueves, 30 de octubre de 2008

LAS NAVIDADES DE "ROGERMOTA"


Por Jesús Pérez uruñuela

La ciudad de México lucía sus mejores galas, decorada con enormes árboles navideños de multicolores luces y piñatas, monos de nieve, gnomos y otros alegres y lustrosos motivos própios de las festividades decembrinas .
Era la Noche Buena.
Las principales avenidas seguían con el lento tránsito de vehículos, en tanto que en el centro de la metrópoli, un sinúmero de personas contemplaban embelezadas los aparadores comerciales; luego, entraban a esos sitios, para después de transcurrido un tiempo salir presurosas y nerviosas con abultados paquetes.
-¡Te dije que no dejáramos para última hora la compra de los regalos de nuestro hijo –reclamó un señor a su mujer al caminar por una de las aceras de la calle 16 de Septiembre del Centro Histórico de la ciudad.
Indiferente a la queja, la dama cargada de bolsas, se detuvo ante una vitrina con atractivos y refulgentes artículos de joyería y exclamó:
-¡Mira amor mío...! ¡Mira! ¡Ahí está el juego de collar, aretes y pulsera de esmeraldas que no encontramos durante la semana y que me prometiste para esta navidad...!
-¡Por favor vida mía, debemos apurarnos…! Recuerda que dejamos a “junior” con la sirvienta y eso me tiene preocupado; además, tenemos invitados a “la cena” –replicó el galán, a lo que su esposa con fingida expresión de desencanto respondió:
-¡Ay cielito mío, tú me prometiste regalarme ese juego de esmeraldas para lucirlo hoy...! ¿Acaso quieres que esta noche sea la más triste de mi vida?
-Claro que no amorcito, pero... ¡Está bien, vamos por ellos!
Y aquella pareja se perdió entre los numerosos clientes que eran atendidos por exhaustas y fastidiadas vendedoras.

A medida que la noche avanzó, en los bulevares disminuyó la circulación de vehículos hasta quedar vacíos y las tiendas fueron abandonadas por los compradores y luego las cerraron.
El “primer cuadro” de la ciudad quedó desierto; allá, sólo se escuchaba el golpeteo de los pasos de un joven llamado Rogelio.
Era él un joven, quien aún de rebasar los veinte años, aparentaba ser adolescente.
Por su afición a los enervantes, en los lomeríos y cuevas de la “Gustavo A. Madero”, a Rogelio se le conocía con el apodo de Rogermota.
Aquella noche, lo acompañaba, “Michel”, una perra, la que -pese a su desconocida ascendencia- aún conservaba las características francesas de su raza Basset Artesiano Normando: “de tamaño medio; vivaracha de pelaje duro y largo, color negro en el lomo y marrón fuego en el resto del cuerpo, salvo las extremidades y almohadilladas patas, así como el pecho y el cuello que eran blancos. Sobre todo, una vigorosa perrita, la que al desplazarse, con porte airoso, valseaba su cola, blanca también en su extremo.
Rogermota dejó atrás el solitario centro de la ciudad; pasó a un costado de los conjuntos habitacionales Nonoalco-Tlaletelolco y cuando vio próximos los altos puentes de concreto que se elevaban a la misma altura que los edificios, dijo con entusiasmo:
-¡Órale Michel ya estamos en nuestra “house”.
La perra, volvió su melancólica mirada hacia su “amo” y emprendió tan febril carrera que sus largas orejas se alzaban y caían, como frustradas alas que no lograban hacerla volar.
Atrás de Michel también Rogermota trotaba y en la penumbra se dibujaba una prolongada y “espirititifláutica” silueta que en largos brincos perseguía a un alargado cuerpecito que avanzaba sobre el pavimento con casi imperceptibles acelerados movimientos de sus patas.
-¡Hola familia, Merry Chrismas to you! -dijo con sofocada voz Rogelio al estar bajo el añorado ”paso a desnivel del circuito interior”.
Junto a uno de las monumentales columnas que sostenían aquel puente, envueltos en viejos y sucios trapos y papel periódico, tres chiquillos se apretujaban en el suelo. Permanecieron indiferentes al eufórico saludo de Rogelio, quien volvió a saludarlos, en tanto que Michel ladraba y meneaba la cola amigablemente.
-¿Qué onda “family”, por qué tanto “aguite”? ¿Acaso se olvidaron que hoy es la gran noche en que nació el “Niño Dios” y todos los “chavos” recibirán hartos regalos…?
-¡Cállate buey y ya déjanos “getear” –se oyó una ronca voz como respuesta.
-¡Bola de descreídos! ¡Miren lo que les he traído...! Y sacó del morral que llevaba colgado al hombro un envoltorio de papel, que al abriirlo, expandió un olor a cilantro y cebolla, por lo que los pequeños de inmediato se pusieron de pie y brincaron alrededor de Rogelio. Este, en broma alzó el aromático paquete para que quedara fuera del alcance de los entusiasmados chicos.
-¡Solamente cuando les traigo “tacos al pastor” me “pelan”... ¿Verdad?
Rogelio reía y colocó sobre una lámina los apetecibles “antojitos”, los cuales con prontitud fueron tomados por los hambrientos infantes y empezaron a devorarlos con avidez Contempló con una mezcla de nostálgica alegría aquella desenfrenada comilona. Recordó la ocasión en que –en la más tierna infancia- su madre, en compañia de uno de sus “novios en turno” lo llevó a la feria de Chapultepec, en donde lo agasajaron con el acceso a los juegos que solicitó, así como con un elote con crema, con refrescos y con golosinas a su gusto. Después trató de traer a su memoria otra ocasión igual de agradable, pero solo arribaron a su mente regaños, increpaciones y sádicos maltratos.
En ese atropellado surgimiento de reminicencias, el adolescente pensamiento de Roger, retrocedió a las frecuentes agresiones físicas de otro “ocasional” acompañante de su mamá. Una noche, harto de aquel infierno familiar y en carácter de resarcimiento de tantas vejaciones acumuladas, cuando el malvado amante materno dormía “la borrachera”, el infantil Rogelio lo golpeó con un leño hasta casi matarlo.
Huyó de su casa y a partír de entonces se transformó en Rogermota por llevar una tormentosa vida en reclusorios para menores y por los tratamientos rehabilitadores de su drogadicción. Nada de ello logró que reorientara su torcido camino.
Lo único que lo hizo moderar su indebido comportamiento, fue el sentirse responsable de aquellos tres desamparados niños que en el transcurso de ese año permanecían con él y lo seguían como su protector.
-Gracias Roger –dijo Pirinolo, uno de los dos gemelos de ocho años, a quienes dos meses antes, una madrugada los encontró dormidos debajo de una banca de la “Alameda Central”.
-¿Verdad que estuvo “de poca” la cena, Piriniolito?
-¡Bien suave, mi Roger!
-Y a ti Chato, ¿qué te pareció la taquiza? –Se dirigió al otro mellizo, que plácidamente había regresado a acostarse entre los andrajos y papeles.
-Las he comido de más “catego” en otros lugares- Contestó el “cuate” con sorna.
-¿Qué “jais” con “los de pastor mi Macuca”...? ¿No te pasaron...?–preguntó a la más pequeña del grupo, una niña de siete años, de piel clara, pelo rubio enrisado, quien estaba sentada y a su lado en el suelo dos tacos completos y uno a medio comer.
-“Sepa” qué le pasa –aclaró el gemelo Pirinolo- desde esta mañana anda así, como si le hubieran hecho “mal de ojo”, porque no come y sólo quiere estar acostadota...
-A ver por qué está triste mi Macuquita –dijo con melosidad Rogelio. Se sentó junto a ella y al tomarle la cabeza para acercarla a su pecho, comentó sorprendido:
-¡Híjole “guereja” estás ardiendo en calentura. Y con actitud recriminatoria dijo a los gemelos: -¡Par de mulas…! ¿por qué no me avisaron que la Macuca estaba enferma?
-¿A qué hora quieres que te lo dijéramos, si en todo el pinche día no hemos visto tu “geta” –Respondió indignado el Chato.
Rogelio nada comentó; sin embargo, murmuraba para sí mismo: -¿Qué chingaos haré...? ¡Ya sé..! ¡La Cruz Roja!
Sin pensarlo, después de comunicar a los gemelos que luego regresaría y pedirles que no se movieran de ahí, presuroso salió con Macuca en los brazos, seguido de Michel la inseparable perra francesa.
Debido a la alta temperatura de la niña, así como a la incoherencia de su delirio y al abundante sudor, las enferemeras de la clínica sugirieron a Rogelio que la dejase interna, para que la viese el médico de guardia del siguiente día, porque el doctor que le correspondía atender las emergencias de esa noche se había ido a su casa a “pasar la Noche Buena”.
Por no disponer de una mejor opción el joven Rogelio accedió a la recomendación de dejar internada a “su carnalita”, como también nombraba a Macuca, no sin antes suplicar que le diesen algo para bajarle la temperatura.
De regreso, apesadumbrado caminó por desoladas calles, entre edificios con los interiores iluminados por intermitentes luces colocadas en pinos y coronas de verde ramaje. De adentro, se escuchaba el tintineo de cristales, el golpeteo de los cubiertos en las vajillas, así como las risas y parlamentos de quienes con alegría disfrutaban la célebre festividad decembrina.
En la distancia vio las elevadas construcciones de paso de vehículos y sintió que su corazón latía con mayor intensidad y comentó a su canina acompañante:
-¡Adelántate Michel, para que digas a “los gemelos” que harto los queremos porque son nuestra familia y que mañana iremos a la clínica por la Macuquita y así estaremos de nuevo todos juntos ...!
La perra, como era su costumbre se adelantó y ya abajo del puente, comenzó a ladrar con insistencia, lo cual preocupó a Rogelio quien aceleró el paso. Al llegar a la gran columna del paso a desnivel, observó que los gemelos no estaban. Los sucios trapos y papel periódico, se veían desperdigados ´por el suelo.
Rogelio recorrió los lugares aledaños con un insistente grito:
-¡Pirinolo, Chato...!
Fue una búsqueda infructuosa,
Sentado bajo el puente de concreto, sobre el cual algunos vehículos comenzaban a transitar, con notorio desconcierto, se preguntaba: -¿Qué carajos pasó...? ¿A dónde fueron mis “cuatitos”?
En ese instante, una figura femenina se apareció frente a Rogermota, cuando éste aspiraba con fuerza una bolsa de plástico con “tiner” adentro.
Después de repetir la inhalante acción, se percató de la presencia de la dama, a quien saludó con familiaridad:
-¿Quibo “madama”, ¿qué “busines” te trae por mi “cantón”?
-Hola Rogelio, veo que sigues absorbiendo “esa porquería”; pensé que ya la habías abandonado -se escuchó la dulce voz de la recién llegada y añadió: -Sabes bien que después de la “Noche Buena” siempre vengo a visitarte...
-¡Sí, lo recuerdo...! Y ya que está aquí, díme… ¿para qué soy bueno?
-Contigo no traigo ningún asunto; pasaba por aquí cerca y díjeme: visitaré al buen Rogelio... ¿Acaso no somos amigos?
-¿Amigos..? ¡La madre!
-¿No te lo demostré en aquella ocasión en que estabas congestionado por la excesiva cantidad de pastillas que tomaste, que hasta los doctores dijeron que de hecho ya estabas... muerto?
-¡“Favorcito” que me hiciste…!
-Y cuando te arrojaste de la azotea del edificio de tres pisos, ¿quién evitó que te rompieras el cuello?
-¿Por qué metiste las narices en algo que debió “valerte...”?
-Eres igual a miles y miles de jóvenes, quienes como tú, reniegan de su existencia autodestruyéndose con enervantes. ¡Pareciera que fuesen dueños de su propia vida!
-¿Y no lo somos?
-¡No muchacho, no! ¡Ni el nacer, ni el morir es elección de ustedes!
Durante un largo lapso, aquella dama presentó argumentos para hacer recapacitar a “su amigo” y convencerlo de la absurda actitud de las personas que desperdician el tiempo en degradar su autoestima, a lo cual, Rogelio únicamente resondió:
-¿Y para qué fregos sirve un “escoria” como yo: vicioso, inútil, parásito, bueno para una chin... muy enfermo y podrido por dentro; además, solo como la “cochina soledad”. Sabes que perdí mis gemelitos, a quienes seguramente los “cargó” la “poli” para entregarlos a sus padres. Esos cabrones, desde hace días los buscan cerca de aquí para llevarlos a la “Gustavo” de “payasitos” o de “vende-chicles” callejeros y así explotarlos. Además… ¡“mi risitos de oro”... mi Macuquita…! ahorita ya debe estar en agonía; o sea, soy “puro cuento”, “un vale madre” .
Y sin poder contener la congoja, comenzó a llorar.
La luz del arbotante caía sobre la enigmática dama. Era ella de esbelto talle, cubierta con un manto color negro, que casi rozaba el suelo. En su pálido rostro, los ojos parecían tener una infinita profundidad, un abismo insondable, en el cual se alternaban la penumbra y la oscuridad total. De repente, una leve sonrisa adornó los delgados labios de “la madama” y de un destello de luz se impregnó su mirar.
-Es la primera vez aque te veo así –dijo con ternura a Rogelio- y me place que te hagas esa reconsideración. Para que compruebes que soy tu amiga y veas que te aprecio, te revelaré algo, que a ninguna otra persona he contado. Yo te conozco de siempre, porque cuando naciste, ahí estuve y desde entonces, aunque no me vieras te he acompañado: constantemente he estado contigo. En aquellos dos sucesos en que atentaste contra tu vida, indebidamente yo intervine para evitarlos...
-¿Tú...? ¿La Muerte…? ¿Quien nos lleva al “pozo”, salvó mi vida? ¡No “manches”!
-¡Así es... bien sabes que soy... LA MUERTE, y aunque lo dudes, yo evité que te suicidaras!
-¿Por qué lo hiciste si esa no es “tu onda”?
-No sabes, pero el morir es una parte de eso que también se llama VIDA y a mi me ha tocado ser el elemento impresindible en el momento en que el ser humano fallece y por ello se piensa que soy mala y nociva. Ese es un concepto equivocado, debido a que tan buena y necesaria es la vida, como lo es la muerte. Pero sucede que el hombre en su soberbia pretende ser eterno sobre la Tierra, lo cual es imposible.
¡Ahorita llevame contigo ...! ¡Házme ese ”paro” como “sister”! ¿No? -imploró Rogermota.
-Así será cuando tengas que ir conmigo y para eso falta tiempo, porque tienes un destino que cumplir...
-¿Yo...? ¡Por favor... ora si “te pasate”!
-Luego comprenderás el significado de mis palabras. Adentro de ti, en lo más profundo de tu ser, donde guardas grandes odios, rencores y frustaciones, sin percatarte ha brotado la semilla del amor, ese sentimiento que has desbordado en los gemelos y en Macuca... ¡Permite que esa “semillita” crezca y florezca para que salgan de ti las perniciosas emociones y te transformes en alguien más grande y útil a tus semejantes. Entonces, vendré por ti y no te importará dejar este mundo porque te sentirás satisfecho de tu existencia y me acompañarás al “más allá”, a la ignota “eternidad” .
-Ahora, me retiro, porque tengo que ir por el alma de una pequeña criatura que falleció. –Agregó la siniestra señora.
-¿Se trata de... mi “Macuquita”...? –preguntó Rogelio temeroso.
-¡No... ella está a salvo! Debo ir por un niñito que se ahogó en la piscina de su lujosa residencia... Uno de esos casos de descuido de la sirvienta y desatención de los padres que más que su cuidado les importó andar de compras de joyas y otros artículos satisfactores de la vanidad humana.
-Respecto a “tu ricitos de oro”, sucedió que “inexplicablemente” el médico que anoche le correspondía estar de guardia en la Cruz Roja y que fue a su casa a disfrutar de la cena de “Noche Buena”, de repente se levantó de la mesa y aún cuando sus familiares le deían: -“quédate, no te vayas, espera que amanezca...”, él les respondía insistentemente: -“¡debo ir a la clínica con prontitud, porque si no, presiento que la MUERTE vendrá a llevarme...!” Y con oportunidad llegó para atender a “tu adorada criatura”, quien mañana entrará a una “casa hogar” para ser cuidada en forma correcta y donde convivirá con el Pirinolo y el Chato los gemelitos, quienes por cierto ya están allá. A los padres de ellos no les interesó recuperarlos.
Cuando lo desees podrás visitarlos.
Rogelio, con le rostro bañado por las lágrimas abrazado de Michel, le dijo:
-¡Oye “amigocha”, “me cai” que ésta sí te la debo...!
Y la señora caminó por debajo de los puentes y de repente desapareció.
O O O
Pasaron poco más de diez años durante los cuales Rogelio se dedicó a recoger niños de las calles y a promover la creación de un lugar que les proporcionase casa, comida y educación.
Mientras tanto la insaciable ciudad invadió los terrenos baldíos periféricos y aparecierom nuevas desordenadas zonas habitacionales y modernas vías urbanas de comunicación: elevados puentes para agilizar la circulación vehicular. También allá llegaron las festividades navideñas.
Sucedió que una “Noche buena”, frente a una modesta casa, próxima a uno de esos espantosos “volados de concreto” un grupo de niños, después de ver que la “apaleada” piñata de siete puntas y vivos colores, cayó al suelo, se avalanzaron sobre las abundantes frutas y colaciones que de ella brotaron.
Dos jóvenes gemelos con rasgos faciales y corpóreos semejantes, se mezclaban entre la chiquillada, Otra jovencita de pelo rubio y enrisado, observaba sonriendo junto a una manta pintada, fijada a la pared, la cual tenía de texto:

ESCUELA Y CASA HOGAR INFANTIL “ROGERMOTA”
¡Rogelio, hoy te recordamos a un año de tu fallecimiento!

-¡Ey Profesora Macuca- gritó uno de los mellizos- empecemos a organizar “la chaviza” para “cargar los peregrinos y pedir posada”, en tanto que el Pirinolo se pone a preparar los “tacos al pastor”...!
A distancia, desde abajo del “paso a desnivel” una imperceptible, alargada y “espirititifláutica” imagen, le decía a otra etérea presencia canina:
-Ora si, mi querida Michel, ya podemos ir a nuestra nueva “house”, pero “echémosle velocidad” para “caerle en definitiva a la “Madama” quien ya debe estar esperándonos…

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