María Helena Noval
helenanoval@yahoo.com.mx
Friday, April 11, 2008 1:51 AM
1.
Permítaseme comenzar con fuerza el presente diálogo con usted, querido lector, lectora, ya que el tema implicado requiere de mucha atención y seriedad: Cuernavaca, Morelos no existe y no existirá en el futuro si no es historiada; si no pasa a formar parte del discurso de la historia nacional y mundial a partir de su propia reflexión vertida al libro. Siendo éste el único método probado en materia de larga supervivencia y credibilidad hasta el momento, no creo exagerar si afirmo que desapareceremos en la infinidad de los discursos colectivos, en el maremagno de los dichos de otros, si no tomamos cartas en el asunto.
Acudimos a los libros de historia cuando queremos conocer la cultura y las aportaciones de los pueblos (el internet presenta una problemática física y temporal que no es menester tratar aquí), pero la bibliografía sobre nuestro estado es flaca e incompleta: ni los textos dedicados al estado publicados por la Secretaría de Educación Pública (dirigidos a la población infantil), ni los valiosísimos cuadernillos y publicaciones que con muchos esfuerzos editara nuestro querido Valentín López González desde su centro de documentación, ni los ensayos y publicaciones provenientes de los escritores e investigadores universitarios preocupados por Cuernavaca, abordan con determinación y abundancia la historia local. Y de la del arte ya ni hablamos porque no contamos con escritos dedicados a tal asunto.
2.
Me queda claro que si pensáramos en la ciudad como si fuera nuestra familia y nos dijeran que el mundo se encuentra en un inminente y grave peligro, nos veríamos inducidos a tomarnos fotos, a dejar constancia de nuestro paso por la vida por medio de documentos oficiales y no oficiales, y no tardaríamos en incluir las recetas de cocina que nos son propias, las costumbres tenidas por buenas en casa, y sobre todo, nuestras historias personales en el álbum legado a la posteridad.
El problema es que los morelenses no solemos extender la consideración familiar más allá de nuestras bardas, no nos hemos dado cuenta de que nuestra identidad colectiva es borrosita. Siendo una ciudad de fin de semana para muchos y de retiro para otros, Cuernavaca se ha visto afectada por una imagen que le ha caído como bomba. Existen cientos de anécdotas sobre los hechos vividos en la entidad, y grandes personajes han hecho historia local, no obstante, no contamos ni con una imagen hacia afuera que le haga contrapeso a la Cuernavaca “piscinera” de la eterna primavera, ni con textos dignos y adecuados para la presentación que merece nuestra ciudad.
3.
Resulta curioso que seamos capaces de describir nuestros rostros fehacientemente después de mirarnos en el espejo, sin poder hacerlo del mismo modo cuando se trata de retratar el entorno que nos define como cuernavascences, y me refiero tanto al entorno físico (¿por qué se le llama El Túnel a la Barranca del Diablo? ¿dónde queda El Salto de San Antón?), como a la historia local (Zapata y Morelos han puesto el nombre de la entidad en alto como emblemas nacionales, sin embargo, no agotan la historia local). Por lo mismo, corremos el riesgo de quedarnos con los dichos de otros y por otros --lo cual siempre será parcial--, como sustituto de identidad.
4.
En este sentido, el libro que presentó en días pasados el acucioso investigador Jesús Pérez Uruñuela, debe recibirse con bombo y platillo, no sólo porque viene a contribuir en gran medida a la solución del problema antes planteado, sino porque durante la realización del mismo, se atrevió a darle un rostro vivo a la ciudad en la que habitamos.
Compuesta a base de textos, anécdotas, estadísticas, mapas e imágenes de los que podemos echar mano con confianza para autoevaluarnos y reconocernos, la publicación sale victoriosa en su afán de ser informativa y abarcadora. Allí se habla de la Cuauhnáhuac prehispánica, del Marquesado del Valle de Oaxaca, de la configuración urbana de Cuernavaca, de las festividades religiosas y de los templos franciscanos que la configuran, además de incluir algunas estadísticas que le dan peso específico a ciertos datos.
Y si bien la calidad de la impresión y el diseño no ayudan mucho a su gozo total, en su favor hay que agregar que por su sabor nada dogmático, el libro logra superar el alcance del típico libro de encargo político: la iniciativa se la debemos al Presidente Municipal de Cuernavaca, Lic. Jesús Giles Sánchez.
En fin, que el trabajo de Pérez Uruñuela se convierte en el cimiento indispensable del edificio que deberá construirse con textos complementarios sobre la Ciudad de Cuernavaca.
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