jueves, 30 de octubre de 2008

La cristalina montaña dorada.

(Inspirado en la preocupación del poeta Aguilar de la Torre, que las hormigas invadieran su cocina. Noviembre de 2001)
Por Jesús Pérez Uruñuela.

EN LA NOCHE, en el frasco de cristal lleno miel quedó colocado en el centro de un plato sopero lleno de agua para aislarlo de las pequeñas hormigas que durante el día lo asecharon atraídas con su dorado contenido.
En esa ocasión aquellos minúsculos animalitos se vieron separados del delicioso y apetecible manjar por un espacio de agua, el que debió parecerles un inmenso lago. Sin embargo, el obstáculo no arredró al numeroso escuadrón de insectos que subían por el exterior del blanco plato y en poco tiempo la porcelana se matizó del gris oscuro de los animalitos. Algunas hormigas observaban la inmensidad acuosa; otras, nerviosas tocaban con sus frentes la cabeza de sus compañeros y movían sus potentes y salientes mandíbulas. Luego, sobrevino un agitado hormigueo. Como motivadas por un silencioso mandamiento, los diminutos seres se arrojaron al agua hasta cubrirla y formar un negruzco tapete por el cual varios de ellos -sin dificultad- caminaron rumbo a la botella con miel, la que se erguía como una elevada montaña cristalina de dorado fondo. Escalaron y llegaron a la cumbre (tapón circular metálico) en donde ambularon por unos instantes con actitud indagadora. Al comprobar la imposibilidad de acceder a la miel, con violencia hicieron girar sus antenas para informarlo al contingente que expectante permanecía en la placa de formaica de la mesa sobre la cual estaba colocado el plato.
En las siguientes noches a aquella, cuando por primera vez las hormigas pretendieron apoderarse de la miel que contenía la botella de cristal rodeada de agua del poeta Aguilar de la Torre, volvieron a observarse a cientos de esas pequeñitas inertes sobre el apacible líquido.
¡Persistía entre los insectos el anhelo de recuperar para su colonia la miel a la cual tenían derecho!
Se dice que las hormigas irrumpen el área habitacional del ser humano, pero. . . ¿no será que es el hombre quien ha invadido el territorio vital de los insectos? Porque esas criaturas están sobre la superficie de la Tierra desde la era terciaria (70 millones de años) mientras que el homo sapiens apareció durante la glaciación alpina Würm acaecida hace sólo 50 mil años.
La antropología moderna no establece una línea directa de ascendencia entre el hombre y los insectos; no obstante, las sustanciales diferencias biológicas existentes, hay entre ambos, cercanas y dramáticas coincidencias en sus comportamientos y actitudes.
¿Por qué las hormigas que cruzaron el agua del plato tuvieron que hacerlo sobre cientos o miles de congéneres para ascender tras la miel? ¿Acaso ese procedimiento no se asemeja al utilizado por el político para alcanzar el poder? ¿Y existe alguna diferencia de la forma de actuar de los referidos bichos con las guerras y masacres humanas a que recurren los reducidos grandes grupos financieros para apoderarse de los mercados y de las fuentes energéticas como el petróleo, por mencionar dos casos.
Otras características de las hormigas dignas de reflexión:
Son seres eminentemente sociales, agrupados en colonias llamadas hormigueros, los cuales, en ocasiones llegan a contener más de 500 mil individuos, los que están gobernados por una especie de sistema matriarcal, en el cual la reina madre (con poder absoluto) es el centro y punto medular de la dinámica comunitaria. Un verdadero séquito de obreras (hormigas cortesanas) tiene la responsabilidad de los mimos, atención y protección de la soberana, así como de sus huevos, larvas y críos.
Cuando la colonia crece desmedidamente y se forman otras aledañas (conurbadas en el subsuelo) la “excelentísima monarca” ensancha sus dominios.
En ese “estado político-biológico”, la población está organizada en una definida división del trabajo que incluye obreras con actividades domésticas dentro del hoyo hormiguero, o bien con funciones de vigilancia en la entrada de los túneles de acceso a él y de protección personal de la reina. Otras realizan los trabajos de aseo, preparación de alimentos, etcétera. Entre este grupo de “intendencia”, están las nodrizas: auxiliares en el cuidado de los “procreados por la señora”.
En la sociedad insectil existe un grupo encargado de las “pompas fúnebres”; o sean enterradoras con la delicada misión de conducir los cadáveres de sus propias compañeras a un lugar exterior específico alejado del hoyo. Hay también agricultoras que cultivan hongos con las hojas que colectan en el campo abierto y pulgueras (no vaqueras) que crían y cuidan pulgones, a los cuales golpean suavemente con sus antenas para que segreguen un líquido dulzón por los pequeños cuernos que tienen en el dorso. Para alimentar ese “singular ganado”, llevan a los “establos” en donde los tienen a buen resguardo, el forraje de su predilección; o bien, con frecuencia es “arriado” al exterior a “pastar” en lugares con abundantes ramas de jugosa sabia.
Y qué decir de las heroicas y leales “hormigantes fuerzas armadas”, integradas por soldadas especializadas en la forma de aplastar entre sus mandíbulas la cabeza de su contendiente, así como en bombardear por el extremo trasero de su vientre el mortal ácido fórmico al enemigo. Cuando “las armas se cubren de gloria”, las hormigas vencedoras, se dedican al saqueo de hongos y pulgones. Asimismo, cargan con los huevos blancos, redondos y alargados encontrados en el hoyo vencido, para llevarlos a su hormiguero, en donde habrán de ser cuidados hasta que salgan las blancas y ápodas larvas que días después habrán de encerrarse en un capullo antes de surgir como hormigas y tener por destino servir de esclavos o esclavas de su majestad la reina madre.
¡Sorprendentes similitudes entre las antiquísimas formas de vida de las hormigas y las demostradas por la humanidad en sólo 50 mil años!
Sin embargo, ¿qué diferencia al hombre de ese tipo de insectos? 0bviamaente la formación y estructura corpórea y orgánica; pero sobre todo los mecanismos que regulan el comportamiento en ambos seres.
La existencia y accionar del menudo invertebrado referido, están regidas por la propensión innata a conservar la subsistencia y perpetuidad de su especie, sin que exista el conocimiento previo de ese propósito. Poco ha variado ese sistema instintivo a través del tiempo. En cambio en el hombre, el poseer un cerebro altamente evolucionado respecto a las otras formas de vida, le ha permitido ejercer la supremacía sobre ellas e inclusive sobre sus semejantes. Sus acciones son razonadas y con el conocimiento a priori de su causa y efecto.
Pero la preponderancia humana ha tenido consecuencias desastrosas para la Tierra.
A partir de la tan nombrada “Revolución Industrial”, el mundo empezó a padecer la amenazante descarga tóxica de productos químicos en ríos, mares y en parajes de abundante vida silvestre. Luego las manchas urbanas invadieron las áreas verdes (pulmones naturales) y eso aunado al fenómeno demográfico de la sobrepoblación y al consecuente “progreso” por el tenaz ascenso de los niveles tecnológicos y científicos, la devastadora contaminación ambiental adquirió proporciones mundiales con daños hasta en la capa atmosférica de ozono. Consecuencias: destrucción paulatina de la flora, exterminación de millares de especies animales, desaparición de zonas dedicadas a la producción alimenticia e inclusive aparición en el ser humano de novedosas, agresivas y mortíferas enfermedades.
Y de esa manera, interpretaron el macho y la hembra de la creación el mandamiento bíblico: “Sean fecundos y multiplíquense. Llenen la tierra y sométanla!. (Gen 1,28)
Por la irresponsable actitud humana, se alteró el medio ambiente, y eso ocasionó que las plantas y flores de los jardines, carecieran de azucarados jugos. Y también por la misma razón han dejado de existir por doquier panales adheridos a frondosos árboles, en donde las abejas elaboren la miel con los más puros néctares silvestres. ¿Será por esas razones, que las pequeñas hormigas con sigilo intentan apropiarse de la miel que es guardada en herméticos cerrados frascos de cristal?
Las personas que consideran furtivos e indeseables visitantes a los insectos que entran a su cocina, ignoran que esos pequeños animalitos están facultados para hacerlo, porque en aquel lugar -antes que hubiera cemento y pavimento- existía una floresta con generosa vegetación que constituía el entorno vital que ellos compartían con otras especies animales.
Al transformarse las condiciones ambientales del planeta y con ello alterarse los ciclos biológicos, también el hombre se encamina a una condena de autodestrucción, debido a que atenta contra sus estructuras productivas de comida, por lo que los cereales, cárnicos y otros de origen natural cada vez serán más escasos y los que estén disponibles los acapararán entidades empresariales con estricto interés de lucro y especulación, para aglutinarlos en enormes estibas, silos y frigoríficos.
Las empresas monopolísticas especializadas guardarán con celo y avaricia los productos alimenticios en su poder y en ese momento, con nostalgia el hombre, recordará que tiempo atrás abundaban en toda la faz de la Tierra los frutos espontáneos de la naturaleza.
De seguir la especie humana con su estúpido y egoísta intento de destrucción y aniquilación, el futuro de la humanidad será poco promisorio, dado que la obtención de alimentos implicará un alto costo y elevado grado de dificultad, sin que se descarte la posibilidad de que (como en otros momentos históricos) existieren innumerables muertes por hambruna y otro tanto por guerras para obtener los nutrientes básicos que requiere su subsistencia. Y cuando sea ese fatal día, posiblemente el ser humano en sus afanes por sobrevivir sólo conseguirá los mismos resultados obtenidos por aquellas hormigas que llegaron una noche al envase de cristal que había sido colocado en el centro de un hondo plato sopero lleno de agua; el cual, por contener miel, se asemejaba a una cristalina montaña dorada en medio de un inmensurable lago.

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