FUENTES: Fray Bernardino e Sahagún y Códice de la Cruz Badiano
Por Jesús Pérez Uruñuela
Por Jesús Pérez Uruñuela
Hace sesenta años (1940), los servicios médicos asistenciales no existían en la población de Ocotepec, Morelos. Las mujeres embarazadas carecían de orientación y atención prenatal, circunstancia que hacía de los partos una situación riesgosa de muerte tanto para la parturienta como para el feto.
Se dice que en aquel tiempo había tres parteras de edad avanzaba con alguna práctica, pero con un total desconocimiento de la higiene, la asepsia y la antisepsia, así como en las medidas médicas para atender los alumbramientos, los que –en consecuencia- ocurrían con abundantes hemorragias e infecciones purepurales, las cuales ocasionaban frecuentes fallecimientos.
Por ejemplo, cortaban el cordón umbilical con tijeras sin desinfectar, y lo ligaban con hilos usados por las costureras.
De acuerdo a Carlos Basauri en el estudio: “La Población indígena de México”: “Durante tres días seguidos, inmediatamente después del nacimiento, se presenta la partera y quema la herida umbilical con fierro calentado al rojo.”
La partera sugería -para acelerar el parto- que la mujer ingiriese un caldo de patas y cola de tlacuache o de cola de venado y que además bebiese cocimientos de manzanilla o hierbabuena para mitigar los dolores. Eso se proporcionaba entre rezos y responsos y con la quema de incienso y de estampas de santos. El cordón umbilical, si era de niña, se enterraba en el patio o en interior de la casa, porque ella siempre estaría en un lugar como ese. En el caso de los varoncitos, el cordón umbilical era colocado en la parte alta de un árbol, porque el niño debía tener una visión más amplia del mundo en que habría de vivir.
A continuación una breve descripción de lo que sobre los nacimientos relata Fray Bernardino de Sahagún en la Historia de las cosas de Nueva España, en los capítulos del XXIV al XXXIII:
Una vez que la recién casada “se sentía preñada, lo hacía del conocimiento de sus padres, quienes de inmediato aparejaban comida y bebida y flores olorosas y cañas de humo… invitaban a los padres de la muchacha y a los principales del pueblo… Después de haber comido y bebido, poníanse en medio de todos un viejo de parte del casado sentado en cuclillas…” Y procedía a decir un prolongado parlamento en el cual refería la magnificencia de los dioses y la humildad del ser humano. “Los dioses –explicaba-- quieren poner dentro (de la embarazada) una piedra preciosas y una pluma rica, porque ya está preñada la mozuela; y parece que nuestro señor ha puesto dentro de ella una criatura…”
Entonces, otros dos oradores “hacían uso de la palabra” para saludar a los familiares de los jóvenes casados y otra persona hacía largas y repetitivas reflexiones sobre la vida, la muerte y el acontecer futuro.
Posteriormente, hablaban la preñada, el esposo, los padres, los abuelos, los suegros, y otros más.
En el séptimo mes del embarazo, volvían a reunirse los familiares de los cónyuges, quienes entre bocados y tragos acordaban qué partera habría de atender el alumbramiento.
Cercano el día del parto, a “la experta” seleccionada se le pedían sus servicios. Antes de decidir, ella invocaba a Yoaticuhtli (diosa de las medicinas y de los médicos) quien sabía qué había en el vientre de la muchacha: hembra o varón. Además, con alardes de modestia y humildad, daba una serie de largas explicaciones: -“¿Por qué fui seleccionada para atender la llegada de un niño, si existen otras mujeres más jóvenes y expertas que yo, quien soy torpe y poco capaz…?”
La madre de la embarazada, respondía que se había elegido la mejor de todas la parteras del mundo y con ello se iniciaba la atención del parto.
Primeramente, la parturienta era introducida a un baño de temaxcalli. Ahí, la partera palpaba el abultado vientre para poner en posición correcta el “producto” y afuera del baño continuaba con ese tratamiento.
En el tiempo de espera, la partera daba una serie de consejos a la parturienta:
No comer tzictli (chicle, goma masticable de color negro) porque el bebé podría nacer con las encías endurecidas y no se le facilitaría mamar leche del pecho; que no mirase lo colorado; que no ayunase y que no comiese tierra o tizal (yeso). Asimismo, se aconsejaba abstinencia sexual, porque el semen del varón –aseguraban- se vuelve viscoso y pegajoso y el ser ya formado no puede salir y morirá adentro de la madre y ella también.
Otras recomendaciones eran: que la parturienta que no tuviese tristezas, que no trabajara mucho, pero que tampoco presumiera de poco diligente, ni que levantara cosas pesadas y finalmente, se sugería a los familiares que no le provocaran enojos y que le diesen lo que se le antojara, y sobre todo proporcionaran a la “mozuela preñadita” cariño y cuidados.
Llegado el día, la partera, en compañía de otras auxiliares alimentaba y bañaba a la joven. Luego, le daba de beber una infusión de la hierba cihuapactli molida “que tiene la virtud de empujar hacia fuera la criatura”.
De haber fuertes dolores, se le daba de beber” un brebaje con media cola del animal llamado “tlacuatzin” (tlacuache). Si la infusión no daba los resultados previstos, se suponía que la mujer habría de morir y se le exhortaba a que actuara como “mujer varonil”: fuerte y valiente.
Si después de un tiempo de baños y oraciones, la partera veía que el bebe no se movía, porque estaba muerto, con habilidad “metía la mano por el lugar de la gestación a la placenta, y con una navaja de piedra cortaba el cuerpo de la criatura y lo sacaba a pedazos”
Cuando el parto era exitoso, la partera daba los estridentes gritos de los guerreros en combate, lo cual significaba que la madre había vencido “varonilmente” y que después de “arduo combate” tenía “aprisionado” un niño, a quien decía emocionada: -“¡Sois muy bien llegado hijo mío muy amado…!”
Si era hembra gritaba: “¡Señora mía, muy amada seaís…!”
A ambos recién nacidos les refería las fatigas y responsabilidades de su vida futura. Finalmente cortaba con una navaja de pedernal el ombligo. El perteneciente a la mujercita, lo ponía a secar y lo enterraba en un rincón de la casa. En el caso del varoncito, le pronosticaba un glorioso futuro guerrero que dedicaría su vida en honor del Sol (fuente de vida) y su ombligo era enviado a que fuese sembrado en un campo de batalla.
Posteriormente, al bañar la criatura recién nacida, se invocaba a Chalchihuitlicue, diosa de las aguas y mares, “la del falderín turquesa” para que apartara de su cuerpecito la inmundicia y suciedad sexual recibida de sus padres, así como que limpiara su corazón de las malas costumbres. Eso, era un equivalente del Sacramento del Bautismo Cristiano.
Asimismo, la partera daba “el agua a gustar a la criatura y también le tocaba el pecho con ella y el cerebro de la cabeza a manera de cuando se pone el óleo y crisma a los niños…”
Un comentario adicional:
El uso de los brebajes del TLACUACHE para facilitar los partos en el Ocotepec del siglo pasado, fue herencia de la medicina prehispánica. Eso quedó demostrado con lo que Sahagún relata en su “Historia”.
Además, el médico empírico y profesor del Colegio de Santa Cruz de Tlaltelolco Martín de la Cruz, en 1552 (recién dominada la Gran Tenochtitlan), elaboró un manuscrito en náhuatl, el que luego de ser traducido al latín, se nominó: LIBELLUS DE MEDICIALIBUS IN DORUM HERBIS. Entre las múltiples recetas que contiene, una de ellas es un REMEDIO PARA LA PARTURIENTA. En el CAPÍTULO UNDÉCIMO, página 81, se lee:
“Cuando una mujer tiene dificultad para eliminar el feto, o simplemente, para facilitar el parto, beba un medicamento hecho de corteza de árbol `cuauhalahuac` y de la hierba `cihuapahtli` molidas en agua, con una piedra que se llama ‘eztetl` y la cola del animalillo que se llama `tlacuatzin`. En tanto ha de llevar la hierba `lanextia`. Quémese pelos y huesos de mono, un ala de águila, un poco de árbol `quetzalhuexotl`, cuero de venado, hiel de gallo, hiel de liebre y cebollas desecadas al sol. Se agrega a todo eso sal, un fruto llamado ´nochtli` y `octli...Coma carne de zorra y cuélguese del hombro una esmeralda muy verde al igual que una perla, también muy verde...
También puede beber un preparado en pulque, de caca molida de halcón y de pato y un poco de cola de `tlacuatzin`. El pulque ha de ser dulce...
Báñese la vulva con líquido preparado con tallos de `xaltomatl`, cola de `tlacuatzin` y hojas de `cihuapahtli`, molidas...
También muélase en agua la cola de `tlacuatzin` y la hierba `cihapahtli` y aplícalo con un clisterio en el vientre para lavarlo y purgarlo.
DEFINICIONES:
Cuauhalahuac.- Árbol resbaloso (cuauhtli-yauhtli). En Morelos árbol del género HELIOCARPUS, especialmente TEREBINTHINACEUS.
Cihuapahtli.- “Medicina de mujer” (cihuatl-pahtli), también llamado “zoopatli” que tiene los radios blancos..
Quetzalhuetxotl.- Sauce fino o muy verde (quetzalli-huexotl)
Nochtli.- Tuna, fruto del nopal
Octli.- Pulque.
Tlacuatzin.- Tlacuache (Tlacual), mamífero marsupial, referido en forma reverencial con el “tzin”
Xaltomatl.- Tomate de arena (xalli-tomatl)
No hay comentarios:
Publicar un comentario