Cuento por Jesús Pérez Uruñuela
Debajo de la Gran Pirámide del Templo Mayor, había una numerosa cantidad de cadáveres con el pecho abierto, a los cuales varios sacerdotes llamados quaquaquilli, hábilmente les desprendían la piel. Otros, cubrían sus cuerpos con los aún sangrantes cueros de los despellejados y en loca carrera se dirigían al templo del dios Xipe "Nuestro Señor el desollado Tezcatlipoca rojo" que estaba en el extremo izquierdo de la Gran Plaza: el “Recinto de los Dioses de la Gran Tenochtitlan", la cual, era considerada el centro de los cuatro rumbos del Universo, sitio apropiado para la celebración de aquel macabro festejó de muerte.
Por el lado derecho de la ensangrentada escalinata de la monumental pirámide edificada para la adoración de Hitzilopochtli (dios de la guerra) subía, con sereno rostro e inexpresiva mirada (efecto de la ingestión de la planta psicotrópica mixitl tápatl ) la princesa tlahuica Citlaxóchitl, bella joven de negra y brillante cabellera que le cubría la espalda hasta abajo de la cadera, con el cuerpo desnudo y pintado de amarillo. En lo alto, la aguardaban dos sacerdotes cubiertos de tizne y sangre y el pelo encrespado por la mezcla de inmundicia y sudor. Uno de ellos portaba un cuchillo de obsidiana, el otro, sostenía una vasija de piedra tallada (cuauhxicalli).
La muchacha llegó a la cumbre y sin oponer resistencia, de inmediato fue colocada boca arriba sobre la circular piedra del sacrificadero. El sacerdote verdugo, con rapidez, destreza y crueldad, introdujo el puñal entre las costillas izquierdas, debajo del seno. Sólo se escuchó un fuerte gemido, nada después. Mientras de la herida brotaba abundante sangre, por ahí, el sacerdote victimario metió con furia la mano y extrajo aún latiendo el corazón. Lo mostró a las alturas y finalmente lo puso en la vasija de piedra tallada (cuauhxicalli) que cargaba uno de sus ayudantes. Este, llevó el corazón a donde estaba la "Piedra de Tizoc" y lo colocó en el hueco encendido del centro de ella.
Arriba, uno de los sacerdotes auxiliares, tomó con fuerza la cabellera de la recién sacrificada y de un jalón la tiró al piso. De la misma forma, sin consideración alguna, la arrastró cuesta abajo por las escaleras, en tanto que el enamorado Cuetlachtli despojado de sus atuendos militares, desnudo, escalaba para cumplir con su fatal destino,
Al llegar el sacerdote con el cuerpo de Citlaxóchitl al basamento inferior, lo arrojó a donde los viejos quaquaquilli esperaban con ansiedad para desollarlo y les ordenó:
-¡Quitadle la piel y guardadla para mí, que yo también habré de cubrirme con ella al ir a adorar al dios Xipe! ¡Al descuartizarla, separad con sumo cuidado un muslo para la cocina de nuestro tlatoani Moctezuma, quien hoy desea saborear el exquisito tlacataotli (*)! ¡Del resto del cuerpo, tomad lo que os plazca; las sobras, como los demás restos humanos, llevadlas al zoológico real para las fieras y aves de rapiña!
(*) Tlacataotli.- Guisado azteca elaborado con maíz cocido-reventado y carne de los sacrificados en honor del dios Huitzilopóchtli. Hoy, en el estado de Morelos y en el resto de México, se elabora con la antigua receta; sin embargo, para conservar el mismo sabor, la carne humana ha sido sustituida con la de puerco y a ese platillo se le conoce con el nombre de POZOLE.
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