Por Jesús Pérez Uruñuela
SE CUENTA QUE HUBO UNA VEZ (¿o aún existe?) un lugar en donde la población mayoritaria estaba excluida del progreso, controlada por la mentira y hundida en la ignorancia por los oscuros manipuleos políticos y soberbias actitudes de su gobernante: personaje, conocido como el DRAGÓN. Y se escuchaba el clamor: -¡Ya basta, queremos el cambio!
Como respuesta al reclamo popular, surgió quien pregonaba un idealismo patriotero y ser creyente de los más puros y nobles ideales del ser humano, dispuesto a acabar con el (y lo) causante de tanta injusticia.
Con apoyo ciudadano y financiamiento de la "burguesía marginada y eliminada del desarrollo" el "adalid libertador", una noche, logró rebasar la dragona defensa palaciega y estuvo frente al "déspota", el que efectivamente era… ¡UN DRAGÓN! Sin mayor preámbulo, sobrevino un cruento combate entre ambos.
En el clímax de la lucha cuerpo a cuerpo, el monstruoso gobernante se mantenía suspendido en el aire por dos amplias membranosas alas de vampiro pegadas a su escamoso cuerpo humano de extraños vivos colores amarillo, rojo y manchas negras. Una dentada cresta longitudinal recorría su espalda desde la nuca hasta la larga cola de cocodrilo terminada en forma de dardo. De su rostro brotaban terribles miradas y barbas en forma de serpientes, por las cuales escurría la espumosa baba que le chorreaba del hocico.
En tanto el "valiente paladín" permanecía derribado en el suelo (aparentemente extenuado por la prolongada lid) y "el horripilante alado" supuso que vencería con una última embestida. Con sus afiladas garras de águila por delante, se lanzó sobre el "novel retador", quien sorpresivamente alzó la espada, la que se incrustó en el pecho del DRAGÓN.
La bestia se desplomó herido de muerte. Luego, entre lamentos y sordas carcajadas habló a su victimario: ¡Oh paradoja...! ¡Al matarme me brindarás nueva vida; yo soy el gran señor poseedor del PODER: eso que faculta el ejercicio de la autoridad y el control de todo lo existente sobre la Tierra! ¡Quien es dueño de esa supremacía, en un principio demuestra generosidad y altruismo; más en la medida que se intensifica el sublime mando, olvida sus dulces sueños y sólo hace que las cosas cambien para que todo siga igual! ¡Además, quien llega alcanzar el poder absoluto, goza de la más hermosa de las metamorfosis: la transfiguración en DRAGÓN!
Impulsado por una extraña fuerza, el DRAGÓN se puso de pie. Abrió sus enormes alas en un intento de volar, a la vez que, con aulladora voz, profería:
-¡El poder eterniza al DRAGÓN...! ¡EL DRAGÓN nunca muere!
Dicho lo anterior se desplomó. Ya en el piso expiró su último aliento.
El orgulloso vencedor recorrió el palacio. A su paso, los cortesanos y burócratas postrados de hinojos cantaban loas en su nombre: -“¡Honorable emérito, nos rendimos ante tu avasalladora guapura, ante tu omnipotente grandeza y ante tu cautivador carisma!”
El nuevo mandatario se dedicó al análisis de asuntos administrativos para conocer y comprender la compleja rutina gubernamental maravillándose de la riqueza que dejó el régimen del extinto DRAGÓN y comenzó a disponer de los recursos presupuéstales para su uso y beneficio. A fin de "eficientar" la administración pública, llevó a colaborar en su gabinete a amigos y parientes, así como a "ilustres y desinteresados miembros de la marginada burguesía", quienes generosamente lo apoyaron en la "campaña libertadora".
Una tarde, "el altísimo nuevo dirigente" trabajaba en su lujoso gran despacho en la revisión de los libros de ingresos a las arcas del tesoro para cuantificar el monto de lo recaudado con los tributos recientemente impuestos al pueblo (del cual se había olvidado) y un ensordecedor murmullo lo distrajo. Eran voces que procedían del exterior. La curiosidad lo levantó para dirigirse al "gran balcón". Antes de llegar al ventanal, sintió un escalofrío que recorrió su cuerpo, así como la presencia de una extraña energía en aquella habitación. Se detuvo y volteó hacia un penumbroso pasillo. Miró con insistencia al fondo de él y pudo distinguir aquello que tanta atracción morbosa le provocaba: era la pavorosa figura de un ser de recuerdo imborrable, quien en la media luz de aquel pasaje le observaba fijamente. Con pausado paso, "el bisoño mandatario" caminó hacia él para verlo de cerca. Con terror se percató que el misterioso individuo también se aproximaba; luego decidió detenerse y exclamó con temblorosa voz:
-¡El DRA...GÓN! ¡El DRAGÓN ha vuelto!
Efectivamente, aquella "espantosa visión" correspondía a un rejuvenecido "monstruo" que movía ligeramente sus alas de murciélago y acuciosamente, con malévolos ojos, miraba al atemorizado "novato mandatario". Este, dijo a la aparición: -¿Estás realmente aquí o soy víctima de una terrible alucinación? Y en seguida amenazó a la fantasmagórica figura: -¡Maldito seas, esta vez si acabaré contigo...! ¡No permitiré que vengas del "más allá" a impedirme realizar la alternancia en el PODER y el cambio que tanto reclama el pueblo! y furioso se precipitó sobre el "espectro", el que al mismo tiempo contraatacó con las garras de águila levantadas.
Contrario a lo esperado, "el encolerizado mandatario" chocó contra la fría superficie plana de un cristal, el cual -por la colisión- se partió en pedazos y estupefacto, en cada uno de aquellos trozos de vidrio se vio reflejado a sí mismo.
En el fondo del pasillo sólo estuvo el "héroe libertador" ya "dirigente supremo", quien en un ESPEJO proyectó en lo que el PODER ABSOLUTO y el AUTORITARISMO lo habían transformado. ¡Sí...! ¡Él era el nuevo DRAGÓN!
En realidad el barullo que se escuchó afuera del palacio, se debió a que en el valle numerosos grupos de personas con mantas y pancartas llegaron a sumarse a la magna concentración de "acarreados" que se realizaba para felicitar al "recién DRAGÓN" por las últimas cifras del extraordinario desarrollo social y económico que -según él- se habían alcanzado en el corto tiempo que llevaba al frente del gobierno.
Momentos después, el balcón del palacio estuvo ocupado por los integrantes del gabinete (familiares y amigos del mandatario y representantes de las fuerzas vivas). En el centro de ellos, el altivo DRAGÓN saludaba a la multitud y escuchaba el bullanguero sonar de matracas, de silbatos, de “espantasuegras”, de tambores y de trompetas, así como la sobresaliente exclamación del populacho:
¡Se ve y se siente, el DRAGÓN está presente…!
SE CUENTA QUE HUBO UNA VEZ (¿o aún existe?) un lugar en donde la población mayoritaria estaba excluida del progreso, controlada por la mentira y hundida en la ignorancia por los oscuros manipuleos políticos y soberbias actitudes de su gobernante: personaje, conocido como el DRAGÓN. Y se escuchaba el clamor: -¡Ya basta, queremos el cambio!
Como respuesta al reclamo popular, surgió quien pregonaba un idealismo patriotero y ser creyente de los más puros y nobles ideales del ser humano, dispuesto a acabar con el (y lo) causante de tanta injusticia.
Con apoyo ciudadano y financiamiento de la "burguesía marginada y eliminada del desarrollo" el "adalid libertador", una noche, logró rebasar la dragona defensa palaciega y estuvo frente al "déspota", el que efectivamente era… ¡UN DRAGÓN! Sin mayor preámbulo, sobrevino un cruento combate entre ambos.
En el clímax de la lucha cuerpo a cuerpo, el monstruoso gobernante se mantenía suspendido en el aire por dos amplias membranosas alas de vampiro pegadas a su escamoso cuerpo humano de extraños vivos colores amarillo, rojo y manchas negras. Una dentada cresta longitudinal recorría su espalda desde la nuca hasta la larga cola de cocodrilo terminada en forma de dardo. De su rostro brotaban terribles miradas y barbas en forma de serpientes, por las cuales escurría la espumosa baba que le chorreaba del hocico.
En tanto el "valiente paladín" permanecía derribado en el suelo (aparentemente extenuado por la prolongada lid) y "el horripilante alado" supuso que vencería con una última embestida. Con sus afiladas garras de águila por delante, se lanzó sobre el "novel retador", quien sorpresivamente alzó la espada, la que se incrustó en el pecho del DRAGÓN.
La bestia se desplomó herido de muerte. Luego, entre lamentos y sordas carcajadas habló a su victimario: ¡Oh paradoja...! ¡Al matarme me brindarás nueva vida; yo soy el gran señor poseedor del PODER: eso que faculta el ejercicio de la autoridad y el control de todo lo existente sobre la Tierra! ¡Quien es dueño de esa supremacía, en un principio demuestra generosidad y altruismo; más en la medida que se intensifica el sublime mando, olvida sus dulces sueños y sólo hace que las cosas cambien para que todo siga igual! ¡Además, quien llega alcanzar el poder absoluto, goza de la más hermosa de las metamorfosis: la transfiguración en DRAGÓN!
Impulsado por una extraña fuerza, el DRAGÓN se puso de pie. Abrió sus enormes alas en un intento de volar, a la vez que, con aulladora voz, profería:
-¡El poder eterniza al DRAGÓN...! ¡EL DRAGÓN nunca muere!
Dicho lo anterior se desplomó. Ya en el piso expiró su último aliento.
El orgulloso vencedor recorrió el palacio. A su paso, los cortesanos y burócratas postrados de hinojos cantaban loas en su nombre: -“¡Honorable emérito, nos rendimos ante tu avasalladora guapura, ante tu omnipotente grandeza y ante tu cautivador carisma!”
El nuevo mandatario se dedicó al análisis de asuntos administrativos para conocer y comprender la compleja rutina gubernamental maravillándose de la riqueza que dejó el régimen del extinto DRAGÓN y comenzó a disponer de los recursos presupuéstales para su uso y beneficio. A fin de "eficientar" la administración pública, llevó a colaborar en su gabinete a amigos y parientes, así como a "ilustres y desinteresados miembros de la marginada burguesía", quienes generosamente lo apoyaron en la "campaña libertadora".
Una tarde, "el altísimo nuevo dirigente" trabajaba en su lujoso gran despacho en la revisión de los libros de ingresos a las arcas del tesoro para cuantificar el monto de lo recaudado con los tributos recientemente impuestos al pueblo (del cual se había olvidado) y un ensordecedor murmullo lo distrajo. Eran voces que procedían del exterior. La curiosidad lo levantó para dirigirse al "gran balcón". Antes de llegar al ventanal, sintió un escalofrío que recorrió su cuerpo, así como la presencia de una extraña energía en aquella habitación. Se detuvo y volteó hacia un penumbroso pasillo. Miró con insistencia al fondo de él y pudo distinguir aquello que tanta atracción morbosa le provocaba: era la pavorosa figura de un ser de recuerdo imborrable, quien en la media luz de aquel pasaje le observaba fijamente. Con pausado paso, "el bisoño mandatario" caminó hacia él para verlo de cerca. Con terror se percató que el misterioso individuo también se aproximaba; luego decidió detenerse y exclamó con temblorosa voz:
-¡El DRA...GÓN! ¡El DRAGÓN ha vuelto!
Efectivamente, aquella "espantosa visión" correspondía a un rejuvenecido "monstruo" que movía ligeramente sus alas de murciélago y acuciosamente, con malévolos ojos, miraba al atemorizado "novato mandatario". Este, dijo a la aparición: -¿Estás realmente aquí o soy víctima de una terrible alucinación? Y en seguida amenazó a la fantasmagórica figura: -¡Maldito seas, esta vez si acabaré contigo...! ¡No permitiré que vengas del "más allá" a impedirme realizar la alternancia en el PODER y el cambio que tanto reclama el pueblo! y furioso se precipitó sobre el "espectro", el que al mismo tiempo contraatacó con las garras de águila levantadas.
Contrario a lo esperado, "el encolerizado mandatario" chocó contra la fría superficie plana de un cristal, el cual -por la colisión- se partió en pedazos y estupefacto, en cada uno de aquellos trozos de vidrio se vio reflejado a sí mismo.
En el fondo del pasillo sólo estuvo el "héroe libertador" ya "dirigente supremo", quien en un ESPEJO proyectó en lo que el PODER ABSOLUTO y el AUTORITARISMO lo habían transformado. ¡Sí...! ¡Él era el nuevo DRAGÓN!
En realidad el barullo que se escuchó afuera del palacio, se debió a que en el valle numerosos grupos de personas con mantas y pancartas llegaron a sumarse a la magna concentración de "acarreados" que se realizaba para felicitar al "recién DRAGÓN" por las últimas cifras del extraordinario desarrollo social y económico que -según él- se habían alcanzado en el corto tiempo que llevaba al frente del gobierno.
Momentos después, el balcón del palacio estuvo ocupado por los integrantes del gabinete (familiares y amigos del mandatario y representantes de las fuerzas vivas). En el centro de ellos, el altivo DRAGÓN saludaba a la multitud y escuchaba el bullanguero sonar de matracas, de silbatos, de “espantasuegras”, de tambores y de trompetas, así como la sobresaliente exclamación del populacho:
¡Se ve y se siente, el DRAGÓN está presente…!
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