Selección de textos de Jesús Pérez Uruñuela
Una vez cada cien años, Jesús de Nazaret se encuentra con Jesús, el de los cristianos en un jardín entre las colinas de Líbano. Y conversan largamente y cada vez, Jesús de Nazaret se despide de Jesús el de los cristianos diciendo: “Amigo mío temo que nunca llegaremos a un entendimiento”.
O – O – O –
JESÚS CRUCIFICADO.
HOY, en un día como éste, cada año, despierta la humanidad de su profundo letargo para detenerse un instante ante la sombra de los siglos, y mirar con ojos anegados en lágrimas, a Jesús de Nazaret suspendido de la cruz… Y, apenas huye el sol arrastrando todos los rumores del día, vuelve esta misma humanidad a postergarse con devoción, ante los ídolos levantados en lo alto de cada colina y en la cumbre de todas las montañas.
Hoy, el recuerdo guía al alma de los cristianos esparcidos en los diversos rincones de la tierra, hacia las inmediaciones de Jerusalén, donde se detienen en largas filas, golpeándose el pecho, y con mirada fija en un espectro coronado de espinas, que abre los brazos al infinito, mirando con clarividencia, a través de los velos de la muerte, las profundidades de la vida… Mas apenas cubre el manto de la noche los escenarios de este día, los cristianos se tumban una vez más en montonera, a la sombra del olvido y en el lecho de crasa y desconsoladora ignorancia.
Hoy, en un día como éste, cada año, abandona el filósofo su gruta sombría, el pensador su fría celda y el poeta su mundo imaginario, y, respetuosos y callados, se detienen en una elevada montaña, donde escuchan atentamente a un joven que dice a sus asesinos: “Perdónalos, Padre mío, porque no saben lo que hacen”… Pero, apenas el silencio nocturnal absorbe el polvo dorado de la claridad, vuelven nuevamente el filósofo, el pensador y el poeta, a amortajar su espíritu en las páginas amarillentas y carcomidas de los libros.
Jesús no descendió del Círculo de la Luz suprema para demoler casas y construir con sus piedras, iglesias y conventos, ni para sugestionar a los hombres fuertes y convertirlos en frailes y monjes; sino para dar al mundo un espíritu nuevo y vigoroso, capaz de derrumbar tronos sostenidos por los cráneos, de demoler los palacios edificados sobre las tumbas, y de pulverizar los ídolos levantados sobre los cuerpos escuálidos de los pobres y de los débiles.
Jesús no vino a enseñar a los hombres a construir iglesias y templos imponentes junto a las humildes cabañas; sino a convertir, del hombre, el corazón en templo, el alma en altar y la mente en sacerdote.
- - O – O – O –
EL RELÁMPAGO.
UN DÍA DE TORMENTA, estaba un obispo cristiano en su catedral, y una mujer impía vino y se paró ante él, y dijo: “No soy cristiana. ¿Hay salvación para mí de las llamas del infierno?
Y el obispo miró a la mujer, y respondió: “No, solamente hay salvación para los bautizados en agua y en el espíritu.”
Y mientras hablaba, cayó una terrible centella del cielo y llenó de fuego toda la catedral.
Y los hombres de la ciudad acudieron y salvaron a la mujer, pero el obispo quedó consumido, pasto de las llamas.
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EL FILÓSOFO Y EL ZAPATERO
UNA VEZ vino a la tienda de un zapatero un filósofo con los zapatos gastados. Y el filósofo dijo al zapatero: “Por favor remienda mis zapatos.”
Y el zapatero dijo: “Estoy remendando ahora los de otro hombre, y todavía tengo otros que parchar antes que los tuyos. Pero deja tus zapatos aquí y mientras tanto usa esto otro par, y mañana vuelve por el tuyo. Entonces el filósofo se indignó y dijo: “No usaré otros que no sean los míos.”
Y el zapatero respondió: “Entonces eres, de verdad, un filósofo, no puedes meter tus pies en los zapatos de otro hombre. En esta misma calle hay otro zapatero que entiende a los filósofos mejor que yo. Ve con él para que te los remiende.
TIERRA FERTIL.
UN ÁRBOL LE DIJO A UN HOMBRE: “Mis raíces están en lo profundo de la tierra y yo te daré mi fruto.”
Y el hombre dijo al árbol: “¡Cómo nos parecemos! Mis raíces están también profundas en la tierra. Ella te da poder para regalarme tu fruto ya mí me enseña a recibirla de ti con agradecimiento”
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JESÚS CRUCIFICADO.
HOY, en un día como éste, cada año, despierta la humanidad de su profundo letargo para detenerse un instante ante la sombra de los siglos, y mirar con ojos anegados en lágrimas, a Jesús de Nazaret suspendido de la cruz… Y, apenas huye el sol arrastrando todos los rumores del día, vuelve esta misma humanidad a postergarse con devoción, ante los ídolos levantados en lo alto de cada colina y en la cumbre de todas las montañas.
Hoy, el recuerdo guía al alma de los cristianos esparcidos en los diversos rincones de la tierra, hacia las inmediaciones de Jerusalén, donde se detienen en largas filas, golpeándose el pecho, y con mirada fija en un espectro coronado de espinas, que abre los brazos al infinito, mirando con clarividencia, a través de los velos de la muerte, las profundidades de la vida… Mas apenas cubre el manto de la noche los escenarios de este día, los cristianos se tumban una vez más en montonera, a la sombra del olvido y en el lecho de crasa y desconsoladora ignorancia.
Hoy, en un día como éste, cada año, abandona el filósofo su gruta sombría, el pensador su fría celda y el poeta su mundo imaginario, y, respetuosos y callados, se detienen en una elevada montaña, donde escuchan atentamente a un joven que dice a sus asesinos: “Perdónalos, Padre mío, porque no saben lo que hacen”… Pero, apenas el silencio nocturnal absorbe el polvo dorado de la claridad, vuelven nuevamente el filósofo, el pensador y el poeta, a amortajar su espíritu en las páginas amarillentas y carcomidas de los libros.
Jesús no descendió del Círculo de la Luz suprema para demoler casas y construir con sus piedras, iglesias y conventos, ni para sugestionar a los hombres fuertes y convertirlos en frailes y monjes; sino para dar al mundo un espíritu nuevo y vigoroso, capaz de derrumbar tronos sostenidos por los cráneos, de demoler los palacios edificados sobre las tumbas, y de pulverizar los ídolos levantados sobre los cuerpos escuálidos de los pobres y de los débiles.
Jesús no vino a enseñar a los hombres a construir iglesias y templos imponentes junto a las humildes cabañas; sino a convertir, del hombre, el corazón en templo, el alma en altar y la mente en sacerdote.
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EL RELÁMPAGO.
UN DÍA DE TORMENTA, estaba un obispo cristiano en su catedral, y una mujer impía vino y se paró ante él, y dijo: “No soy cristiana. ¿Hay salvación para mí de las llamas del infierno?
Y el obispo miró a la mujer, y respondió: “No, solamente hay salvación para los bautizados en agua y en el espíritu.”
Y mientras hablaba, cayó una terrible centella del cielo y llenó de fuego toda la catedral.
Y los hombres de la ciudad acudieron y salvaron a la mujer, pero el obispo quedó consumido, pasto de las llamas.
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EL FILÓSOFO Y EL ZAPATERO
UNA VEZ vino a la tienda de un zapatero un filósofo con los zapatos gastados. Y el filósofo dijo al zapatero: “Por favor remienda mis zapatos.”
Y el zapatero dijo: “Estoy remendando ahora los de otro hombre, y todavía tengo otros que parchar antes que los tuyos. Pero deja tus zapatos aquí y mientras tanto usa esto otro par, y mañana vuelve por el tuyo. Entonces el filósofo se indignó y dijo: “No usaré otros que no sean los míos.”
Y el zapatero respondió: “Entonces eres, de verdad, un filósofo, no puedes meter tus pies en los zapatos de otro hombre. En esta misma calle hay otro zapatero que entiende a los filósofos mejor que yo. Ve con él para que te los remiende.
TIERRA FERTIL.
UN ÁRBOL LE DIJO A UN HOMBRE: “Mis raíces están en lo profundo de la tierra y yo te daré mi fruto.”
Y el hombre dijo al árbol: “¡Cómo nos parecemos! Mis raíces están también profundas en la tierra. Ella te da poder para regalarme tu fruto ya mí me enseña a recibirla de ti con agradecimiento”
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